sábado, 27 de octubre de 2018

¡Nuevos libros para este otoño!

Aquí un apunte sobre cinco libros estupendos para leer en lo que nos queda de otoño, frente a un hermoso paisaje, un poco antes todavía de que llegue el frío de verdad y el tiempo oscuro


Finales de octubre en la raya de Portugal

Fernando Pessoa: El poeta es un fingidor. Antología poética. Publicado por editorial Cátedra ahora en 2018. Un acierto absoluto la recuperación de este título mítico y de culto (al menos para muchos lectores que lo descubrimos en los años ochenta del pasado siglo), publicado por primera vez en 1982 por Espasa Calpe. Introducción de Ángel Crespo, edición bilingüe y traducciones espléndidas también suyas. La nueva edición impecable y bonita de Cátedra ha sido revisada y actualizada por Ignacio García Crespo, pero sigue siendo muy parecida a la original de Espasa, así que cuantos la leyeron y releyeron entonces encontrarán prácticamente los mismos poemas, salvo muy pocas excepciones.

Antología poética de Pessoa
Contine poemas del propio Fernando Pessoa y de sus heterónimos más conocidos: Alberto Cairo, Ricardo reis y Álvaro de Campos. El más apegado a los paisajes campestres lusos y a las sensaciones de los sentidos es Caeiro. De su magnífico libro O guardador de rebahnos [El guardador de rebaños] (1911-1912), resuenan en la mente del lector versos tan profundos como éstos: 

«…Creo en el mundo como en una margarita
porque lo veo. Pero no pienso en él
porque pensar es no comprender…
El mundo no se ha hecho para que pensemos en él
(Pensar es estar enfermo de los ojos),
sino para que lo miremos y estemos de acuerdo…

Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la naturaleza, no es porque sepa lo que es, sino porque la amo, y la amo por eso, 
porque quien ama nunca sabe lo que ama
ni sabe por qué ama, ni lo que es amar…

Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar…»

¡Magnífico Caeiro, adorablemente antifilosófico!  Apropiada lectura para rememorar en paseos solitarios por el campo. Y magnífico Pessoa, tan contradictorio y tan él siendo muchos; que bien que esta antología nos devuelve su esencia. ¡Y conserva todo el sabor de aquellas primeras lecturas de juventud!

Bolaño, cuentos completos
Roberto Bolaño: Otro magnífico libro que también invita a la nostalgia de aquellas lecturas sagradas de años pasados es la estupenda recopilación de los cuentos completos de Roberto Bolaño (1953-2003) que publica la editorial Alfaguara. Con su estilo inconfundible, su imaginación desbordada, su melancolía y su enorme cultura y voracidad literarias, las historias del chileno Bolaño atrapan a los lectores más exigentes. Aunque los cuentos recogido en el volumen son de lo más dispar y no todos tienen la misma altura, raro será que no no atrapen la mayor parte de ellos, que sin darnos cuenta nos veamos conducidos dócilmente al universo de este autor tan celebrado. Cada cuento es una experiencia nueva, una sorpresa, la mayoría confirman por qué Bolaño es considerado uno de los autores hispanoamericanos más valorados de la actualidad. Están aquí todos los cuentos reunidos en los libros titulados  Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible, además del buen puñado de cuentos que quedaron inéditos: en suma, lo mejor para conocer a Bolano y adentrarse después en sus novelas más ambiciosas: Los detectives salvajes, Nocturno de Chile o 2666, entre otras.

Verano Tardío
Adalbert Stifter. Un libro «otoñal» por excelencia, y para leer precisamente cuando el otoño está ya avanzado y los colores de la estación refulgen en su plenitud, es la novela —rara y no por ello menos extraordinaria— del escritor austríaco Adalbert Stifter (1805-1868), y cuyo título original es Nachsommer (1857), traducido al castellano primero como «Veranillo de San Martín», en Alianza Editorial (edición hoy agotada y descabalgada), y más tarde como Verano tardío. Esta última traducción, más ajustada al título original germano, se la debemos a la gran traductora Carmen Gauger, y a la editorial Pre-Textos. Esta novela inclasificable y originalísima de este gran autor —cuya obra es variopinta y está poco divulgada en España— es de las más reposadas y tranquilas que existen: cuenta una historia en la que todo es armonioso y melancólico, como en esos días de otoño de últimos de octubre cuando la luz diurna es intensa y los colores de la naturaleza tienen algo de demasiado vivo, como si se negasen a morir en unos pocos días en los que las lluvias predicen ya las oscuridades de noviembre y el tétrico diciembre. Es una novela espléndida, luminosa y llena de quietud y paz. No ocurre nada importante, ni épico ni dramático, y, sin embargo, ocurre precisamente lo más importante: la vida, con sus recuerdos y nostalgias, con sus afanes de cada día y los sobresaltos callados de los amores puros y casi imposibles. Magnífica. Y soberbia traducción de la veterana traductora Carmen Gauger. Como apunte final para interesar a los lectores escépticos, un argumento ad verecundiam: el gran Friedrich Nietzsche, que no era precisamente mal lector, eligió Verano tardío entre sus libros favoritos, junto a Goethe y Lichtenberg (casi nada).



Piedras de colores
Sin embargo, esta extraordinaria traducción de Verano tardío, de Carmen Gauger, no es una «novedad», el libro ya lleva diez años en las librerías (desde 2008) —y cuando salió apenas tuvo cabida en los medios especializados. Así que para muchos lectores será una joya por descubrir. La novedad de Stifter —y de nuevo con Carmen Gauger en el papel estelar— es la traducción de otra de las obras emblemáticas del austriaco: Bunte Steine, «Piedras de colores» en castellano. La misma editorial Pre-Textos se ha atrevido a dar a los lectores esta obra fundamental del periodo Biedermeier germano. Hasta ahora contábamos con una edición a medias de Piedras de colores editada por la editorial Cátedra en su colección de «Letras universales», actualmente agotada —hoy muy difícil de encontrar—, pero cuya traducción y edición dejan mucho que desear. Por eso era ya hora más que pasada de contar con este clásico de las letras alemanas en buen castellano y en impecable edición, la primera íntegra en castellano. El puntilloso y ameno observador de la naturaleza que fue Stifter toma en estas narraciones algunas conocidas piedras —de colores o no— (granito, piedra calcárea, turmalina, cristal de roca, mica blanca, calcita…) como motivo para contar unas historias ligadas a ellas. Niños y jóvenes son sus protagonistas. Así se refirió el propio Stifter al espíritu de su hermoso libro:

«De niño, además de varas, arbustos y flores, que me procuraban gran deleite, llevaba también a casa otras cosas que casi me complacían más porque no perdían color ni consistencia tan rápidamente como las plantas, y eran todo género de piedras y de objetos que veía por tierra. Cuando tenía tiempo, ponía mis tesoros en fila, los contemplaba y me deleitaba con ellos. Mi admiración no tenía límites sobre todo cuando una piedra brillaba, resplandecía y parpadeaba de manera que no se podía averiguar de dónde venía aquello. Ese amor al coleccionismo aún no me ha abandonado. Todavía hoy, no sólo llevo literalmente en el bolsillo piedras a casa para dibujarlas o pintarlas y para seguir utilizando sus reproducciones, sino que presento aquí para la juventud una colección de todo tipo de entretenimientos y fruslerías que les sirvan de diversión y que ellos contemplen y disfruten a su manera. Claro, mis jóvenes amigos han de ser para esta colección notablemente mayores de lo que era yo cuando llevaba a casa mis extrañas piedras del campo para deleitarme con ellas.»

Con ese mismo espíritu de amor y curiosidad nos disponemos a seguir disfrutando de estas tardes otoñales (todavía largas), consagradas a la lectura. Por cierto, otros libros de Stifter en castellano que nos gustaron mucho son los dos relatos magistrales titulados «El sendero en el bosque» y «El solterón», publicados ambos por la madrileña editorial Impedimenta.



Mozart, últimos años
Christoph Wolff. Para terminar este breve apunte literario otoñal, música y literatura. Mozart y Beethoven jamás son aburridos. Su música está hecha de contrastes, la alegría más luminosa se transforma en la nostalgia más dulce o en la gravedad más profunda. Los adagios más bellos pertenecen al otoño, pero también las alegres filigranas de las notas parlanchinas y locuaces. Un libro que es compañero perfecto para este otoño de luces y colores inolvidables (y de música de Mozart durante toda la jornada de trabajo) es el reciente de la editorial Acantilado, del musicólogo alemán Christoph Wolff, que trata de los últimos cuatro años de la vida del genial compositor de Salzburgo: Mozart en el umbral de su plenitud. Al servicio del emperador (1788-1791). La brillante traducción es del también musicólogo y escritor Ramón Andrés. No es una más de tantas biografías de Mozart, sino el relato —preciso y no por ello menos ameno— de lo acontecido en los cuatro últimos años de su vida, cuando Mozart, en la plenitud de su inspiración musical, entró al servicio del emperador José II, en Viena. Mozart está en Viena, tiene pocas obligaciones como músico de la corte, así que puede consagrarse a su arte de la composición. Gana algo de dinero y parece la vida le sonríe. Pero su temperamento apasionado, su inconsciencia con el manejo de los dineros y su inquietud, así como la enfermedad que le condujo inesperadamente a la muerte trazaron poco a poco su destino final. Un relato magistral que se lee con pasión. Además, Wolff revela con maestría  secretos de las últimas composiciones de la vida de Mozart, su últimas y magníficas sinfonías, su Flauta mágica o su conocidísimo e inquietante Requiem. Lectura imprescindible para mozartianos y para quienes todavía no lo son (pero que enseguida lo serán si leen este libro).
L. F. M. C.  Ciudad de Azófar


2 comentarios:

Jesús J. Pelayo dijo...

¡Qué gran selección otoñal!

Stifter tiene el don prodigioso, que en realidad pocos tienen, de capturar la vida entre las tapas de un libro. Se ve, se huele, se toca.

"Verano tardío" es -creo- más indicado para leer en la madurez de una vida, se disfruta más ese tempo lento, sencillo, contemplativo.

Un saludo.

Luis Fernando Moreno Claros dijo...

¡Muchas gracias por tu comentario, amigo de Barbusse!