martes, 24 de noviembre de 2015

Mesa de novedades II

La zona de interés
Sigo con más novedades literarias recientes de mi particular "mesa de novedades". Ahora, la última novela de Martin Amis, dos poemas góticos en una gran edición y un relato de "terror cósmico" que se cuenta entre los imprescindibles del género.


Anagrama publica la última novela del escritor británico Martin Amis en traducción de Jesús Zulaika: La zona de interés (también en catalán: La Zona D'Interes, traducido por Ernest Riera). Empecé a leerla condicionado (y temeroso) porque había leído que este libro trataba del Holocausto en clave de humor; así que pensé encontrarme con un esperpento. No he visto el humor (lo que se dice "humor") por ninguna parte; ¿tal vez se debe a que he leído el libro en la traducción de Zulaika y no en el original inglés? No lo sé. ¿O es que no tiene nada de humorístico? Lo cierto es que de ninguna manera he sentido ganas de reírme al leer esta historia terrible de bajeza y estupidez humana, en la que también hay algunas escenas heroicas protagonizadas por los más débiles, los humillados y ofendidos, e inquebrantables en su orgullo moral.

Es indudable que hay bastante ironía al caracterizar y tratar a los personajes, que son horribles o mediocres en su mayoría; algo de ironía asimismo al dejar tal cual (por parte de Amis y lo mismo hacen los traductores a otros idiomas) muchos términos en alemán, como los concernientes a las partes del cuerpo en pasajes eróticos o los nombres de las complicadas graduaciones del ejército o de las SS.

En ocasiones mientras leía he tenido la impresión de que la novela está entre "El niño con el pijama de rayas", de John Boyne y "Las benévolas" de Jonathan Littell. (En este sentido sí que creía estar ya ante algo conocido y paródico). No se parece a ninguna de ellas en trama, pero sí en la ambientación: nazis, campos de concentración, horror por todas partes. Tiene más afinidad con la de Littell al presentar como protagonistas a nazis que se muestran y actúan abiertamente desde el punto de vista de los asesinos. El comandante del campo (Doll) es un loco rijoso, rechazado en la cama por su mujer, sometida al chantaje de él a cuenta de un antiguo amor comunista al que han torturado hasta la muerte en sucesivos campos de concentración. Ella no sabe que su primer amor ya ha sido asesinado; haciéndola creer que sigue vivo y que será objeto de favores en su cautiverio, la chantajea el grosero marido. Pronto la ficción se estropea y comienza el drama dentro del drama.

Las divagaciones y derivas mentales de este impresentable que es el comandante Doll (un payaso mayúsculo, como la mayor parte de los hombres cobardes y soberbios que tienen poder) son estupendas: parece un burocrático jefe de fábrica enervado y estresado por la escasa producción de sus empleados y por la baja calidad de las "mercancías", sólo que los unos son judíos condenados al exterminio y usados como esclavos, y las otras, personas que llegan en los transportes especiales para ser exterminadas, judíos, gitanos, homosexuales, comunistas. Venidos hasta de París…

La esposa del comandante, a la que sólo poco a poco logramos conceder algo de simpatía (aunque al final se la ha ganado por entero) es una Walkiria rubia y guapa, madre de dos niñas inocentes que sólo quieren jugar con los animalitos de la granja de la que también disfrutan en su cómoda casa particular, situada dentro del perímetro habitable para los alemanes del campo de concentración (este escenario es el que más recuerda a la novela de Boyne). El padre de las niñas está bien establecido en tan idílico destino con su aburguesada familia, en uno de los campos del gran complejo que fue Auschwitz, en las cercanías de Cracovia. Todo sería idílico sin el agobiante trabajo, el mal olor de los crematorios y el desamor y la desafección (que él se merece con creces) de su guapa e inconsciente esposa.

Al mismo tiempo pulula por allí una especie de galán musculoso que es sobrino de Martin Bormann, que se llama Golo; en cuanto ve a la bella señora del comandante se hace ilusiones de enamorarla, lo mismo que si estuvieran ambos en un hermoso balneario de la vieja Europa como los que tan bien ambientó Chéjov en su magnífico relato (en mi opinión, jamás superado por otros de este estilo) "La señora del perrito") o el grandioso Stefan Zweig en algunas de sus geniales invenciones literarias.