domingo, 9 de junio de 2019

Nueva traducción de "En la colonia penitenciaria", de Kafka

Nuevos Kafka: "En la colonia penitenciaria", nueva traducción en Acantilado, y una biografía en dibujos en editorial "El zorro rojo"



Kafka y su relato más cruel: «En la colonia penitenciaria».

(Texto publicado en la revista Qué Leer, junio de 2019)

Este año de 2019 se cumple un siglo de la publicación del relato más estremecedor de Franz Kafka (1883-1924): «En la colonia penitenciaria». Apareció en la editorial de Kurt Wolff, en noviembre de 1919, en Leipzig, como pequeño volumen independiente. Pero Kafka lo había escrito cinco años antes, entre agosto y septiembre de 1914: acababa de estallar la I Guerra Mundial. La catástrofe influyó sin duda en el ánimo del escritor y contribuyó a inspirar su monstruosa creación; pero hubo otros estímulos.
En la colonia penitenciaria
Por aquél entonces Kafka también comenzó a escribir El proceso; la novela que cuenta cómo el peso de «la ley» cae de pronto sobre «Josef K.», un inocente que ignora de qué se le acusa. El origen de esta pesadilla judicial fue autobiográfico, pues Kafka acababa de sufrir una especia de «proceso» privado. El 12 de julio de 1914, en el hotel berlinés Askanischer Hof, Felice Bauer, su prometida, en presencia de dos testigos, le anunció que rompía el compromiso de boda. Aquella situación en la que el singular novio fue formalmente acusado de no estar a la altura de las expectativas que Felice anhelaba para una futura vida en común, hizo que se sintiera como un «condenado», acosado por la culpa y las premoniciones de castigo. A los pocos días de comenzar la redacción de El proceso estalló la guerra; y casi enseguida, en apenas dos semanas, Kafka escribió «En la colonia penitenciara».

            El asunto del relato es singular: un oficial de una colonia penitenciaria está enamorado de una extraña máquina de matar; es un artefacto de tortura y muerte que inventó un comandante de la colonia ya fallecido, y cuya memoria honra el oficial. El aparato se asemeja a un catafalco, en él se tiende a un reo que ha cometido una falta; éste, como todos los reos de la colonia, es condenado a la máxima pena por mínima que sea su culpa; unas agujas punzantes se encargan de inscribir en su piel —a lo largo y ancho del cuerpo— el lema de la norma contra la que se le acusa de atentar; en este caso concreto la máquina trazará en su piel: «¡Honra a tus superiores!»; seguirá punzando e hiriendo hasta que el hombre se desangre y muera. Un explorador llega a la colonia, lo invitan a la ejecución y el oficial le presenta las bondades de este tipo de método mortal… Lo que se sigue de esto es completamente «kafkiano», grotesco, irónico y sumamente cruel. La descripción minuciosa de la tortura que espera al prisionero repele; y repelente es asimismo la pasión con la que el oficial cree en la idoneidad de su método de muerte, con el que se ufana de impartir «justicia».