miércoles, 26 de julio de 2017

Vida con estrella, de Jiří Weil

Recientemente he leído dos libros del autor checo Jiří Weil, publicados por la editorial Impedimenta: Vida con estrella Mendelssohn en el tejado; los dos son extraordinarios, merece la pena leerlos para conocer de primera mano el ambiente que reinó en Praga durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. Dejo aquí, en Ciudad de Azófar, el original de la reseña que publicó "Babelia" (diario "El País") de Vida con estrella.

Resistencia extrema

Traducción del checo de Patricia Gonzalo de Jesús
Impedimenta, Madrid, 304 páginas, 22, 50 euros; electrónico Kindle, 5,92 euros.
Vida con estrella


Hace unos años tuvieron éxito en España los Diarios de Viktor Klemperer (Galaxia Gutenberg). Éste describía su vida cotidiana como judío en Dresde bajo el nazismo. Sus experiencias bien hubieran podido titularse “Vida con estrella”, al igual que esta inquietante novela del judío praguense Jiří Weil (1900-1959) publicada ahora por Impedimenta en excelente traducción castellana.
Esta editorial tiene en catálogo Mendelssohnen el tejado, otra novela sobrecogedora de Weil, complementaria de Vida con estrella, pues participa del mismo escenario e idéntica atmósfera: el terror que sobrecogió a Praga durante los años más duros del “protectorado” nazi.
Weil fue uno de esos escritores singulares que dio la ciudad del Moldava dos décadas después de Kafka y Hašek, y algo de ambos se perfila en su obra: por ejemplo, lo absurdo e inmoral de las vidas abocadas al dolor, así como la comicidad grotesca de algunas situaciones extremas sólo soportables mediante la ironía. De eso hubo mucho en la moderna Praga, transformada en un infierno para los judíos, que fueron desposeídos de todo derecho humano y hasta de sus legítimas propiedades en cuanto entraron en vigor las leyes raciales del Reich alemán en Bohemia y Moravia.
Incapaces de rebelarse, empobrecidas, expulsadas de sus casas, a los cientos de familias judías sólo les quedaba la espera insoportable hasta que les llegase la hora en que tuvieran que partir, embutidas en vagones de ganado, a los campos de exterminio. Y todos sus miembros debían llevar prendida al pecho la estrella amarilla con la palabra “Jude” escrita en negro, para hacer visible su desdicha. 
            Josef Roubiček, antiguo empleado de banca que lo ha perdido todo y que, casi inane, habita en una casucha inmunda junto a un gato callejero, personifica la voz que desde su individualidad habla de los sufrimientos de todos los habitantes de Praga que, sobre todo judíos, malvivieron y murieron en aquellos días de ignominia. Impotente, tuvo que ver cómo muchos de sus hermanos de sangre colaboraban en los saqueos y las atrocidades que se cometían con tota impunidad bajo el auspicio de los nazis, so pena de perder ellos mismos la vida si se negaban a hacerlo.
Obligado a trabajar como enterrador en un cementerio, este es el único lugar donde se siente seguro y en el que respira la paz que no reina entre los vivos. A diario es testigo de nuevas vejaciones e injusticias que comenta con laconismo e ironía, aunque siempre con una enorme piedad por los sometidos, con suma empatía por el sufrimiento ajeno. El único escape que le queda en su soledad es la fantasía que lo transporta a un tiempo mejor de prosperidad y amor.
Difícil no recordar en algunas de estas escenas de ensoñación el gran relato El peregrino de las estrellas, de Jack London (Valdemar), el preso que se esconde en sus sueños para escapar a realidades inventadas. Y difícil no recordar también, a tenor de estas escenas de ensimismamiento extremo y máxima claustrofobia, el inefable relato La transformación, de Kafka (Atalanta).  Josef Roubiček, a semejanza de Gregor Samsa, se ve obligado a recluirse en un lóbrego cubículo y esperar allí la muerte por inanición y aislamiento. Sólo que Roubiček no perecerá, al contrario que el personaje de Kafka, porque encontrará una tabla de salvación en la idea de superar el miedo y de no dejarse llevar sin más al matadero, que lo ayudará en los peores momentos. Quien tiene miedo otorga poder al amedrentador, además “por miedo los hombres son capaces de hacer cualquier cosa que se les ordene: hasta conducir a sus hermanos a la muerte”, reflexiona. Él luchará por mantener el terreno.
            La novela es extraordinaria, un testimonio de resistencia extrema en medio del sufrimiento; pero ¡qué paradoja! cuando vio la luz en 1949 no gustó a los comunistas que subieron al poder en Checoslovaquia una vez que expulsaron a los nazis. La nueva autoridad tachó a Jiří Weil de “derrotista” y “existencialista”. Pensaba demasiado, algo que siempre resulta molesto a quien quiere ejercer un poder férreo sobre los demás. Aunque también es verdad que Weil había denunciado ya los crímenes de Stalin en otra de sus novelas publicada en 1937: Moscú-frontera. Su vida tampoco fue fácil después de los nazis.

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