El filósofo desilusionado
Heidegger en 1933 |
Aparece en castellano el tomo primero de la serie de los Cuadernos negros de Heidegger. El suplemento cultural “Babelia”, del diario El País publicó mi reseña de este tomo el sábado 24 de octubre de 2015. He aquí el enlace a esta reseña: “El pensador desilusionado” y abajo el texto original que mandé al diario.
Traducción de Alberto Ciria
Trotta, Madrid, 2015, 420 páginas, 25 euros.
Cuadernos negros I |
A tenor del revuelo mediático de estos Cuadernos negros cabría pensarse
que en sus páginas se vierten loas a Hitler e
insultos a los judíos; en absoluto, las notas del pensador no son tan explícitas,
sino más sutiles. En este primer tomo sólo muestra una adhesión inicial a los
nazis; después, bastante desprecio por la situación “espiritual” de Alemania. Y
no dice una palabra sobre los judíos.
En general, Heidegger aparece en sus notas como un entusiasta de la
“Filosofía”, que él veía opuesta a la ciencia (“la ciencia no piensa”,
escribió); alguien que entendió el filosofar como un saber de preguntas
radicales y osadas más que de respuestas: “Todo preguntar un goce, toda
respuesta una merma”, sentenció. Era el gran profesor que deslumbraba a sus
alumnos (y alumnas, recordemos a su joven amante Hannah Arendt) con su pregunta esencial: “¿Qué es ser?” o “¿Por qué hay ente y no
más bien nada?”; en definitiva, el “mago” que desmontaba palabras cotidianas
para decir lo indecible. En efecto, vemos aquí al pensador sui generis, el mismo que, como ser humano, cometió un grave error
de bulto con los nazis, puesto que con su llegada creyó ventear un cambio para
mejor en Alemania, una verdadera “revolución” del espíritu que jamás acaeció
como él esperaba. Creyó que el tirón unificador de Hitler inspiraría a los
alemanes para buscar la verdad y el ser, como un “gran principio” saludó la
llegada de los nazis; esperaba que la filosofía saldría beneficiada, volvería a
dominar sobre la vida comunitaria germana tal como lo hizo en la (idealizada)
antigua Grecia; y los filósofos, que suelen ser hombres solitarios (y Heidegger lo era en extremo), saldrían de su aislamiento y, dejando
aparte a su “pequeño yo”, marcharían juntos con los demás hombres.
Poco antes de 1933, exultante de esperanza, anotó en estos cuadernos
pensamiento tales como “Todo lo grande se tambalea y vacila, está en la
tormenta, lo bello es arduo” —apuntando a la revolución nacionalsocialista—; o
también: “Creciente endurecimiento en el ataque… Ninguna evasión, ningún
agotamiento, siempre ataque. ¡No tener poderes plenos sino ser el poder!”
Su grado de fanatismo nacionalsocialista fue grande. Karl Jaspers, que caló el peligro que se avecinaba, le preguntó si creía que Alemania podría ser
gobernada por un hombre de tan escasa formación como Hitler; su respuesta: “¡La
formación es indiferente, fíjense sólo en sus hermosas manos!” Tamaño afán
filonazi de Heidegger se esfumó en cuanto vio que eran otros “filósofos” los
que tomaban las riendas de la universidad: Rosenberg,
Bäumler o Krieck, ideólogos de la peor calaña, nada ingenuos.
Un año difícil de rectorado, los cambios
del nuevo régimen político y la propaganda (“El reverso de una difamación que
no está segura de sí misma”, anota) bastaron para que sus esperanzas se vieran
truncadas. Poco a poco comprendió que las proclamas populistas de los nuevos amos
nada tenían que ver con el gran pensamiento y tanto menos con la “cultura” que
decían fomentar en “el pueblo”. Heidegger, como Platón con el tirano de Siracusa, creía en un gobierno ideal de los mejores en
el cual él pudiera intervenir de algún modo con sus ideas, y estos apuntes proclaman
la desilusión que se llevó cuando no pudo hacerlo. Por eso terminó por
despreciar la “vulgaridad” de aquel movimiento hitleriano, de tendencias hasta
“bolcheviques”, según sus palabras.
De ahí su notorio enfado con el mundo
universitario; denunciaba que en él se había impuesto la “mediocridad”, el
“olvido del verdadero saber”; la universidad “nacional-socializada” era una
mera “escuela técnica” donde se predicaba “el más craso materialismo en forma
de biologicismo”. La filosofía —“la sabiduría inútil, pero la más noble”, según
Heidegger— yacía muerta, sustituida por la “ciencia política” para las masas
ruidosas y sus jefezuelos petulantes.
La desilusión de Heidegger se observa asimismo en las entradas
filosóficas. La fabulosa traducción de este primer tomo hace lo que puede por desentrañar el esoterismo de algunas de ellas, duras
de entender porque el filósofo ensayaba entonces nuevas formas de preguntar por
el ser. Invocaba, además, la venida de “nuevos dioses” que salvasen al mundo del
nihilismo y la “técnica”, unos dioses que no
trajeron los nazis y que requerían de un nuevo lenguaje.
Algunas anotaciones de Heidegger
extraídas de los Cuadernos negros,vol. I:
(Traducción de Alberto Ciria)
-“La gran experiencia y el gran
motivo de dicha es que el Führer ha despertado una nueva realidad que da a
nuestro pensamiento el cauce y la fuerza de choque correctos”.
-“El final del rectorado. 28 de abril de 1934. He puesto mi cargo a
disposición, porque ya no me era posible asumir la responsabilidad. ¡Viva la mediocridad y el ruido!”
-“En una época en la que al boxeador
se le considera el gran hombre, honrándosele con los honores habituales, en la
que la hombría puramente corporal en toda su brutalidad se considera heroísmo,
en la que el paroxismo de las masas se lo hace pasar por comunidad, y a esta
por el fundamento de todo… ¿qué espacio queda entonces para la ‘metafísica’?”
-“Maestros de escuela embrutecidos,
técnicos sin puesto y pequeños burgueses trasladados como los custodios del
‘pueblo’, como aquellos que ha de asentar los criterios”.
-“El ‘mundo’ está desquiciado. Ha
dejado de ser un mundo, o diciéndolo más verazmente: jamás fue un mundo.
Todavía estamos en su preparación”.
-“Todo gran pensador piensa un solo pensamiento. Este pensamiento
siempre es único: el pensamiento del
ser”.
-“Nuestro orgullo y nuestra
nobleza: llevar el preguntar a lo más íntimo y extremo”.
-“Empezar con lo pequeño dándole
vueltas a lo grande”.
-“¿Por qué tengo dos ‘g’ en mi
apellido? ¿Para qué, si no es para darme cuenta de lo que constantemente
importa? ‘Bondad’ [Güte] (no compasión) y ‘Paciencia’ [Geduld] (es decir,
voluntad suprema)”.
-“La filosofía es el saber sin
provecho, pero señorial”.
-“La ‘política cultural’ es el
último tapujo de la barbarie”.
-“¿Por qué falta ahora por todas
partes sobre la tierra la disposición para saber que no tenemos la verdad y que tenemos que volver a preguntar por ella?”
-“Ahora se ‘hace’ como si ya no
hubiera nada más que hacer por ‘la verdad’”.
-“Permaneceremos en el frente
invisible de la Alemania espiritual secreta”.
-“Orgullo: es la resolución madura de mantenerse en ese rango
esencial propio que surge de la tarea de garantizar la seguridad de no volver a
confundirse a sí mismo con otro”.
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