Martin Heidegger |
El erotismo de Heidegger
Ángel Xolocotzi
y Luis Tamayo
Los demonios de
Heidegger. Eros y manía en el maestro de la Selva Negra.
Prólogo de Franco Volpi.
Trotta, Madrid, 2012, 240 páginas, 16 euros.
Editorial Trotta |
La vida del filósofo alemán Martin Heidegger
(1889-1976) vuelve a estar de actualidad. La madrileña editorial Trotta publica
ahora "Los demonios de Heidegger"—con el sugestivo subtítulo de
"Eros y manía en el maestro de la Selva Negra"—. El volumen contiene
dos extensos ensayos firmados por los profesores Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo;
ambos son conocidos heideggerianos, investigadores en universidades mexicanas
que dedican gran parte de su tiempo a interpretar la filosofía del “Maestro de
la Selva Negra”, así como al estudio de su controvertida biografía. A tenor de
la presente obra, sus logros en este último campo —el biográfico— son muy
notables.
En la primera parte del libro, Xolocotzi trata de
"Heidegger y su experiencia del amor". "Debo vivir en
Eros", sentenció Heidegger en una de sus primeras cartas a su amada
Elfriede, su futura esposa. La conoció en 1915, en Friburgo, siendo él un joven
profesor de 26 años y ella, una hermosa y aplicada alumna de 22. La euforia que
le causó la relación con la rubia muchacha estimuló tanto al incipiente
filósofo que vivió un período eufórico y creativo; de ahí, el lema que recuerda
Xolocotzi y que de manera reiterativa parece justificar las demás relaciones
eróticas de Heidegger; muchas, y todas ellas extramatrimoniales, pues jamás
rompió con su legítima esposa, ni ésta con él, a pesar de los disgustos que le
causó su filosófico y seductor marido. Hoy sabemos también, sin embargo, que la
sufrida Elfriede custodiaba un sorprendente secreto. En 2005 Gertrud Heidegger,
nieta del filósofo, publicó (contra viento y marea) las cartas de Heidegger a
su esposa. De su lectura se deduce que, a los dos años de casada, la fiel
Elfriede tuvo un desliz amoroso con un antiguo novio. La aventura trajo
consecuencias: un niño, Hermann. Los Heidegger ya tenían un hijo: el
primogénito Jörg. El filósofo se mostró comprensivo en aquella situación, a fin
de evitar un escándalo dio su apellido al pequeño Hermann y guardó silencio. Aun así, andando el tiempo, la
debilidad de Elfriede daría pie a Heidegger para exigirle a ella los reiterados
perdones por sus numerosos amoríos extraconyugales. Primero fue la intensa y
celebérrima relación con la despabilada Hannah Arendt. En 1924, durante una
visita de la aventajada alumna judía al despacho de su profesor, éste le
confesó su amor. Han Jonas descubrió en sus Memorias (Losada, 2003) que
—según le refirió la propia Arendt—, Heidegger había "caído de rodillas
ante ella" justo cuando la chica se disponía a abandonar el despacho del
profesor y le había confesado su irresistible pasión. La relación entre el profesor
y la alumna se mantuvo oculta durante algo más de un año hasta que Hannah no
pudo soportar más la tensión a la que la sometía aquel amorío clandestino y se
marchó de Marburgo a Heidelberg para doctorarse con Karl Jaspers.
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Hannah Arendt joven |
La joven Hannah Arendt sufrió lo indecible con la
ruptura; nunca olvidaría a quien fuera su amante y maestro; Heidegger, sin
embargo, se consoló enseguida con una breve y fugaz relación con Elisabeth
Blochmann, maestra, también de origen judío, amiga de Elfriede; poco después,
iniciaría otra relación: de nuevo, una antigua alumna llamada Elisabeth
Krumsiek. Y a ésta le siguieron más amores furtivos, y con ellos, también la
potentísima influencia de Eros en el pensamiento de Martin Heidegger —según
afirma Xolocotzi—: “queremos enfatizar la necesidad de Eros para el avance en las diversas
direcciones en las que se movió su pensar”. Es curioso que tanto erotismo
generase un pensamiento tan abstruso y antierótico como es el heideggeriano —por
más vueltas que se le de—.
Los nombres de las amantes del autor de ¿Qué es metafísica? se van desgranando a
lo largo del trabajo de Xolocotzi; así, nos enteramos de la existencia de musas
erótico-intelectuales tales como la aristócrata Margot von Sachsen-Meiningen o
Marielene Putscher y Andrea von Harbor, todas ellas, alumnas en alguno de los
seminarios de Heidegger. Y más
nombres aún; por ejemplo, el de Sophie Dorothee von Podewils y el de Dory
Vietta; esta última romperá con su esposo —el historiador y jurista Egon Vietta—
a causa del affaire con Heidegger. En suma, el filósofo del ser fue un
gran amante, un insaciable admirador del sexo femenino. Xolocotzi no
entra en detalles biográficos de las referidas relaciones sentimentales —hace
falta un biógrafo algo más indiscreto y crítico para reescribir la vida de
Heidegger bajo el prisma del erotismo—. Pero sí ha dado un paso fundamental
para comenzar a descubrir la personalidad de este otro Heidegger donjuanesco y
casanova (¿de ocultos talentos?), a pesar de que a su narración de los hechos
—muy centrada en describir la trayectoria profesional de tan brillante genio
filosófico (incluyendo el período en que se le prohibió impartir clases,
después de la II Guerra Mundial)— carezca de tensión narrativa y dramática. En
cuanto a la tesis que defiende Xolocotzi de que Heidegger necesitaba la fuerza
de Eros para azuzar su pensamiento parece sobredimensionada, una excusa
retórica para revestir con poesía y platonismo las infidelidades matrimoniales
del endiosado profesor.
Otro de los “demonios” de Heidegger fue la política. Como ya se sabe
desde la publicación de los trabajos de Hugo Ott y Víctor Farías —entre otros—,
el mago de la Selva Negra ha visto ennegrecida su memoria de pensador impoluto
por su manifiesta simpatía hacia el nacionalsocialismo y hacia Hitler (“¡Mire
sus hermosas manos!”, le dijo a Jaspers). Rector de la Universidad de Friburgo
en 1933, Heidegger soñaba con una renovación espiritual de Alemania. Abrazó el
movimiento con cierta ilusión, mas se decepcionó pronto de los nazis, quienes
no eran tan espirituales ni filosóficos como a él le hubiera gustado, y su
simpatía inicial hubo de pagarla cara en el futuro: en 1946 los aliados lo
consideraron sospechoso de nazismo y se le retiró la venia docente. Jaspers,
quien mantenía con Heidegger una relación de amor-odio, no lo favoreció ante la
comisión “depuradora” que estudiaba el pasado político de los profesores
universitarios. La “traición” de Jaspers y sus consecuencias provocaron un
"colapso" nervioso en el autor de Ser y tiempo; a este
suceso y otros pormenores que lo rodearon durante los años 1945 y 1946 se
refiere con detalle Luis Tamayo en la segunda parte de este libro, titulada:
"El accidentado camino a la serenidad". Muy interesante también
porque aclara el grado de implicación de Heidegger con los nazis.
En suma, Los demonios de Heidegger
es un libro necesario, muy informativo —enjundiosas las entrevistas con
Hermann Heidegger y Gadamer, por cierto—; con todo, los autores se acercan a la
vida de Heidegger desde un punto de vista tan respetuoso y reverente (ni una
sola crítica al carácter o la personalidad del pensador de Friburgo) que caen
en la hagiografía. Heidegger parece a menudo un santo, un inocente mártir del
pensamiento, cuando no un potente filósofo trágico. ¿Qué otros demonios más
íntimos se escondían tras esa personalidad zarandeada por los dáimones del erotismo y la política?
Sospechamos que Heidegger tuvo mucho más de mistificador filosófico que de
héroe trágico comprometido con la vida y el pensamiento; pero sólo es eso, una
sospecha que quizás todavía esté por desvelar.
L.F.M.C.
Un libro más crítico con la figura y la obra de Martin Heidegger que el de los profesores Xolocotzi y Tamayo es "Martin Heidegger, el filósofo del ser" (Edaf, 2002), firmado por el autor de este blog. El libro disgustó a los heideggerianos —pues incluso llega a mofarse del "galimatías" filosófico de Heidegger—. Rara vez lo citan en sus bibliografías. En la actualidad está agotado y sólo se encuentra en librerías anticuarias. La parte biográfica necesita una revisión, al menos en lo que respecta a la gran capacidad amatoria y seductora —el "erotismo"— del antipático "maestro de la Selva Negra".
Martin Heidegger, el filósofo del ser Luis Fernando Moreno Claros, Madrid, 2002. |
Esta entrada se publicó originalmente en el blog filosófico de "El País" —Tormenta de ideas— el 26 de diciembre de 2012; he aquí el enlace: "Heidegger erótico" en "Tormenta de ideas" (El País)
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