Acantilado publica un estupendo volumen con novelas de Stefan Zweig. Dejo aquí un comentario que escribí para la sección de "Cultura" de el diario "El País" con ocasión de este acontecimiento literario:
Stefan Zweig para todos
Luis Fernando Moreno
Claros
El pasado 22 de febrero
de 2012 se cumplieron setenta años del suicidio del escritor austriaco de
ascendencia judía Stefan Zweig (1881-1942); exiliado en Brasil, ingirió una
fuerte dosis de veronal junto a su segunda esposa: Lotte Altmann. Ella estaba
enferma, con escasa posibilidad de cura; y él, a sus sesenta años, padecía una
honda depresión y el agotamiento de deambular de un país a otro, sin hogar,
privado de su fabulosa biblioteca saltzburguesa, y sin sosiego para trabajar. Sufría
de pesimismo y angustia por el destino de la Europa que tanto había amado: en
1942 Hitler parecía invencible. No quería seguir viviendo con la perspectiva de
que su viejo mundo de cultura y libertad se desmoronaba llevándose consigo el
humanismo de los buenos europeos, aquellas ideas que defendían los demócratas
que masacraban los nazis.
Stefan Zweig era un escritor “superventas”, cuyas
obras se habían traducido a más de cincuenta idiomas. Desde 1925 ningún otro
autor vendía tantos libros como él, ni siquiera el gran Thomas Mann. Había
triunfado entre el público culto de la época —que era muy exigente con sus
lecturas— con unos magistrales ensayos biográficos sobre sus creadores
predilectos: Nietzsche, Hölderlin, o Dostoyewski, lo mismo que con las insuperables
biografías de Fouché, María Antonieta o María Estuardo (Esta última biografía
la edita estos días Acantilado). Zweig no aportaba datos históricos nuevos pero
era capaz de transmitir sentimientos, descubrir las pasiones y los arrebatos de
la personalidad, así como los giros inusitados del destino que transforman las
vidas. Nadie antes que él reflejó con tanto detalle las perplejidades del corazón,
los trastornos del alma de los creadores geniales o de los personajes políticos.
He aquí su fórmula mágica para atrapar a su público.
Además de biógrafo fue también poeta y traductor
iniciándose en estas tareas durante su acomodada juventud en la brillante Viena
de los Habsburgo; conoció y admiró a grandes escritores y se enamoró de la
literatura francesa, sobre todo de Balzac. También Chéjov y Tolstói fueron sus
admirados maestros. Siguiendo sus estrellas, Zweig comenzó a escribir relatos y
novelas; y enseguida hizo gala de un estilo inconfundible: raudo y ágil,
conciso y sin concesiones a la palabrería. Tampoco tuvo que ir muy lejos para
descubrir el mapa de las aventuras que deseaba contar, pues éste se
circunscribía al interior del ser humano: un terreno que él consideró más
ilimitado y enigmático que cualquier otro.
Zweig exploraba las
pasiones de sus contemporáneos igual que hacía con la vida de las
personalidades artísticas. Por ejemplo, sabía describir bien la psicología de
sus personajes femeninos. Esposas seducidas o tentadas por la aventura con un
extraño; muchachas llenas de anhelos inconfesables… sus novelas así lo
confirman. Por lo demás, el escritor amaba al bello sexo, y en su vida privada tenía
éxito con las mujeres. Rompía corazones de vez en cuando, aunque nunca fue un
despreciador ni un misógino, a la manera de su conciudadano Arthur Schniztler,
sino todo lo contrario, se hallaba más cercano al feliz gozador que fue
Casanova, a quien también dedicó una magnífica semblanza biográfica.
El triste aniversario
del suicidio de Zweig conlleva, sin embargo, una buena noticia para los
editores: a partir de ahora, sus obras quedan libres de derechos: podrán
editarse en todo el mundo sin restricciones. Mientras tanto, en España es la
editorial barcelonesa Acantilado la que se lleva la palma en cuanto a editar a
Zweig en castellano.
A finales del pasado
año Acantilado lanzó un espléndido tomo que contiene una buena muestra de quién
fue Zweig como novelista: “Alguien incapaz de escribir mal” —según lo ha
definido Javier Rodríguez Marcos—. El lector encontrará aquí las novelas más
representativas de Zweig. Todos los títulos que se presentan son dignos de
lectura —cualquier escrito de Zweig lo es—, aunque destaco Ardiente secreto, La impaciencia del corazón, La embriaguez de la metamorfosis y Novela de ajedrez. Quien lea la primera de las citadas se prendará para siempre de
la escritura de Zweig: el balneario, el niño a solas con la madre y el seductor
que se interpone entre ambos como un demonio revulsivo; el pequeño traicionado
por los adultos y su venganza. ¡Una maravilla! La piedad peligrosa es un apasionante melodrama —igual que la
conmovedora Carta de una desconocida—
ambientado en la Viena finisecular, con un joven fatuo como protagonista que
encontrará su merecido existencial por su confusión de sentimientos en medio de
una dramática situación que se le escapa de las manos. Zweig sabe ser tierno
con las debilidades humanas, sin que por ello se muestre menos duro con la
inmadurez y la falta de compromiso de sus personajes, que son por lo general
personas “normales” de aquella clase media-alta austriaca, acomodada y
cosmopolita que gozaba de ciertas libertades modernas aunque viéndose aún
encadenada por ominosas represiones burguesas.
En la
embriaguez de la metamorfosis una simple muchachita empleada de Correos
tiene la oportunidad de vivir durante unos días un sueño: alojada como huésped en
un caro balneario de montaña conocerá una vida de lujo y diversión para la que
no está destinada; el lector gozará con ella de esa ilusión de cambio vital y
también deseará que el idilio no termine nunca. Esta magnífica novela quedó
interrumpida con la muerte de Zweig, igual que Clarissa; no obstante, su lectura es absorbente, pues si algo
caracteriza a estas novelas —a todas— es que atrapan con su sorprendente suspense
psicológico, con su vertiginosa épica de los sentimientos.
Pocos meses antes de
morir, aislado en la ciudad de Petrópolis, sin libros que consultar para
terminar su gran estudio sobre Balzac,
Zweig leía a Montaigne —un volumen de Los ensayos que al azar había caído en sus manos— y mataba el tiempo con Lotte
jugando al ajedrez. Muy productivo a pesar de su pesimismo, todavía justo antes
del fin escribió su inapreciable libro de memorias El mundo de ayer, y también la sorprendente Novela de ajedrez, la más popular de sus novelas, un relato
perfecto en el que Zweig mostraba su sutil repulsa hacia el nazismo: un campeón
mundial de ajedrez, romo y de ideas fijas, pierde una partida ante un misterioso
personaje, el Dr. B., un hombre culto machacado por la Gestapo pero que supo
conservar su integridad y libertad interiores cuando a su alrededor el mundo se
derrumbaba: tal fue el heroísmo de Erasmo o el de Castellio —figuras tan caras a
Zweig—, y su propio heroísmo. En estos tiempos de insania política merece la
pena leer y releer a Zweig y, a la vez, conocer su exitosa y trágica
existencia. Esperemos que Acantilado publique pronto la imprescindible
biografía escrita por D. A. Prater: Stefan
Zweig. La vida de un impaciente:
Stefan Zweig, demasiado humano para un tiempo de inhumanidad.
Stefan Zweig /Novelas [Ardiente secreto, Miedo, Carta de una
desconocida, Los ojos del hermano
eterno, Confusión de sentimientos,
Veinticuatro horas en la vida de una
mujer, El candelabro enterrado, La impaciencia del corazón, Novela de ajedrez, Clarissa, La embriaguez de la
metamorfosis]. Traducciones de Marina Bornas Montaña, Roberto Bravo de la
Varga, Berta Conill, Joan Fontcuberta, Adan Kovacsics, María Daniela Landa,
Manuel Lobo, A. Orzeszek, Berta Vias Mahou.
Acantilado,
Barcelona, 2012, 1.550 páginas, 49 euros.
Enlace a esta misma reseña, con pequeñas modificaciones, aparecida en "El país" el 29 de enero de 2013: "La vertiginosa épica del sentimiento"
2 comentarios:
Desde luego que hay que leer a Zweig y seguir releyéndolo, es un imprescindible de nuestra cultura. Agradecerle su reseña, impecable, como siempre.
La poesía de Zweig, inencontrable en español. Ni en papel ni en la red.
Y Clarissa, la novela inacabada, está incluida en el mamotreto que Acantilado sacó en Navidades (50 euros), pero es inencontrable por separado (en español, quiero decir). Da no sé qué pagar 50 por novelas (las otras) que ya he leído.
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