La exquisita editorial Atalanta (Jacobo Siruela e Inka Martí son los editores) acaba de publicar el maravilloso libro del mitólogo norteamericano Joseph Campbell, Imagen del mito, en una edición de lujo. He aquí la reseña que escribí para "Babelia" (El País).
La imagen del mito |
Luminosa oscuridad
Joseph Campbell
Traducción de Roberto R. Bravo
Prólogo de Leandro Pinkler
Atalanta, Villaür, 2012, 624
páginas, 55 euros.
Joseph Campbell (Nueva
York, 1904 – Honolulu, 1987) quedó maravillado por los mitos cuando, de niño,
su padre lo llevó a ver un museo con vestigios de los indios Sioux y conoció
sus leyendas. Más tarde, consagró su vida al estudio de las creencias
fundacionales de las diversas culturas y llegó a ser el más famoso divulgador
norteamericano de mitología comparada. Enseñó que los mitos —desde su “luminosa
oscuridad”— hablan al ser humano de su esencia más íntima y “reconcilian
nuestra conciencia con las condiciones previas a su existencia”, ya que nos regresan
a un antes de las cosas, a la unidad primordial que, a raíz de una misteriosa
escisión, dejó de ser plena y pura. Así lo ilustran, por ejemplo, el mito del
paraíso perdido —común a varias culturas— con la creación de Adán y Eva; o las Upanisad, los textos sagrados de la
India, al revelar que cuando el ser indeterminado primordial pronunció la
palabra “yo” se desgajó de lo uno, “necesitó de otro, apareció la multiplicidad
y, con ella, nacieron el deseo y el dolor”.
Los mitos, “los sueños arquetípicos del mundo”,
según Campbell, hunden sus raíces en lo más profundo del alma humana, de ahí
que planteen y respondan de manera simbólica a las cuestiones ¿qué somos? o
¿cómo debemos vivir? Somos seres frágiles, volubles y mortales, nos dicen; pero
también, creativos, luminosos y cercanos a los dioses. ¿Y cómo hemos de vivir?
Su réplica es firme: con valentía, cual héroes en el intrincado camino de la
vida, aprendiendo a cada paso las estrategias de sobrevivencia que nos legaron
nuestros ancestros, válidas todavía en la
vida dura de hoy.
Gran lector de filosofía, rebelde y autodidacta,
Campbell amaba a Schopenhauer y Nietzsche —en los mitos encontró arraigadas las
teorías de ambos— pero no se quedó ahí. Conoció a Khrisnamurti cuando coincidió
con él en un trasatlántico cruzando el océano y, cautivado por sus ideas,
descubrió la filosofía de la India; trató también al indólogo Heinrich Zimmer y
a Jung, gracias al cual conoció la simbología mítica de los sueños. Estudioso
también de la literatura de James Joyce y Thomas Mann, Campbell fue un
enamorado del saber sin barreras mentales ni prejuicios, de ahí la ecléctica
riqueza de sus obras; esenciales son ElHéroe de las mil caras (FCE) y Las
máscaras de Dios (Alianza).
Atalanta presenta
ahora este hermoso libro —Imagen del mito—inédito
en castellano y muy bien traducido, en una edición cuidada al máximo, que
supera en calidad gráfica y belleza a la norteamericana original (1974).
Campbell lo concibió como una ventana por la que asomarse a las creencias
primigenias de la humanidad plasmadas en las palabras, imágenes y
representaciones artísticas. Con más de cuatrocientas fotografías y grabados
elegidos por el autor, este exquisito catálogo de mitología recoge la historia
de los mitos humanos a lo largo de
5.000 años y demuestra una de las tesis más queridas de Campbell: que los
humanos tenemos en común, aparte de nuestra historia biológica, una comunidad
originaria del espíritu, la univocidad de una conciencia primigenia. Y así lo manifiestan
los motivos mitológicos que aparecen de un modo u otro en casi todas las
culturas: el matrimonio del Cielo y la Tierra y la separación violenta de
ambos, el niño nacido de una virgen, el robo del fuego, el héroe de nacimiento
oscuro y vida ardua, la simbología de la serpiente o el carnero; los templos
consagrados a los dioses o los sacrificios rituales, entre otros; algo común es
lo que se palpa en el trasfondo de casi todas las culturas, en sus leyendas o
revelaciones. Y esas leyendas —hermosas o terribles— de dioses y animales, de las
diosas y sus transfiguraciones, desde Egipto y Mesopotamia hasta la India,
Japón y el continente americano, muestran rasgos comunes porque son los sueños
del grande y único durmiente eterno que sueña infinitos mundos, diversos y
evanescentes.
Un libro, en suma, que se lee con fascinación y
que nos recuerda que la humanidad creyó desde siempre —gracias a su fantasía—
que hay puertas abiertas hacia ámbitos desconocidos en los que moran los
dioses, esas potencias y energías que también radican y actúan en nuestro
interior con más fuerza de lo que creemos. L.F.M.C.
Enlace "El País", "Babelia":"Luminosa oscuridad", Cultura, El País
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