He leído la mitad de la novela y, a veces, se me ha hecho pesada. La traducción, de María Teresa Gallego Urrutia, es magnífica, y gracias a ello la lectura se hace más agradable. En realidad es una novela en la que hay muchos momentos estáticos, de espera, en los que no ocurre nada; hay otros de mucha intensidad y dramatismo. Se nota que el autor se ha empapado de gran parte de la literatura de guerra y sobre el Holocausto con la que contamos.
El personaje principal de "Las benévolas" es nefasto y patético. Un hombre blando, apocado y dotado de cualidades poco dignas de estima como esa tendencia constante a autojustificarse o esa autocompasiva y pertinaz observación de sí mismo.
No he terminado de leer la novela pues la jefa de Prensa de RBA, finalmente, no me envió el ejemplar prometido; y, a decir verdad, después de leer las entrevistas con Litell y de repasar todo lo que se ha publicado sobre él, se me han quitado las ganas de continuar leyendo la novela, que en el fondo ya no deparará muchas más sorpresas. Sí, aun queda esa historia incestuosa que parece haber marcado la vida del protagonista, pero quizás sea lo menos interesante del libro.
El ambiente de guerra en el que se desarrolla la acción está muy bien captado, desde luego. Littell parece conocer bien sus escenarios y llega a hacernos creer, a veces, que él estuvo allí. Este es un gran mérito del libro.
¿Comparable a Thomas Mann, como se ha dicho? No lo creo. Más bien se trata de un novelón bien escrito, amplio resumen de tópicos sobre los asesinos nazis de las SS, el mal absoluto o su banalidad, la frialdad intelectual de los artífices de las matanzas mecanizadas o la "cultura" de los verdugos alemanes.
Por cierto que sobre estos alemanes cultos y, sin embargo, asesinos, habría que decir algunas palabras que pusieran las cosas en su lugar.
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