La reciente publicación en España del segundo tomo de los cuadernos negros, de Heidegger, así como otros libros que los analizan y retoman el asunto de la implicación del gran filósofo con el nazismo, así como su supuesta aversión a los judíos dio pie a un artículo en "Babelia" del administrador de este blog. Lo reproduzco a continuación con el título original con el que fue publicado en la edición de "Babelia" en papel. En la edición digital de "El País" lo publicaron con un título diferente: "Heidegger era nazi, ¿lo es su filosofía?"
Heidegger, herido de muerte
El mundo académico de la
filosofía tardó tiempo en asimilar que uno de los grandes filósofos del siglo
XX, el alemán Martín Heidegger (1889-1976) —autor del rompedor Ser y tiempo—, simpatizó con el nazismoy aclamó a Hitler. Sólo fue un “error pasajero”, dijeron al principio, ya que
el propio filósofo así lo dejó dicho en su célebre entrevista para Der Spiegel. Sus admiradores se tragaron
el hueso: peccata minuta si fue nazi
circunstancial y a medias; además, él mismo escribió: “Hay grandeza en el
errar” y “El extravío es el regalo oculto de la verdad”.
Martin Heidegger en 1933 |
Otro delicado asunto ha salido a la luz con la publicación en Alemania desde 2013 de las sucesivas entregas de los copiosos Cuadernos negros: Heidegger, además de nazi, también fue antisemita. Así parecen mostrarlo algunas anotaciones (pocas, pero relevantes) que salpican aquí y allá los pensamientos misceláneos de estos Cuadernos, y así lo ven estudiosos como Peter Trawny, Donatella di Cesare y Nicolás González Varela en sus interpretaciones. Es menester añadir que, en efecto, a Heidegger hay que “interpretarlo” sin descanso, pues la claridad de estilo no se contó entre sus cortesías (si es que tuvo alguna); escribía en una jerga particular, críptica y oscura hasta para los iniciados.
Trotta comenzó en 2015
la publicación de Los cuadernos negros en
castellano, ahora ve la luz el segundo volumen de los cinco proyectados, con notas
de 1938 y 1939. En Alemania van ya por la cuarta entrega. Con la aparición allí
del tercer volumen (Schwarze Hefte,1939-1941) comenzó el escándalo, pues incluye entradas filosóficas con referencias
explícitas y poco laudatorias a “los judíos” y “el judaísmo”. Trawny fue el
primero en airear estos pasajes y extrajo la conclusión de que Heidegger
desarrolló un antisemitismo teórico y filosófico (“ontohistórico”) al comienzo
de la II Guerra Mundial, que más adelante ocultó (¿por vergüenza?). Su
antijudaísmo habría sido sólo de
carácter metafísico, ni racial, ni biológico, y “secreto”, no interfirió en su
filosofía esencial. Di Cesare y Varela van más allá: a la luz de las nuevas
evidencias, sostienen que toda su filosofía admite una lectura antisemita.
Hasta hace poco tiempo
era impensable un Heidegger antijudío; es más, sus numerosos alumnos y
discípulos judíos lo liberaron de dicha culpa. ¿Cómo hubiera vuelto a tratarloHannah Arendt —ex amante judía del filósofo— después de la guerra, sin estarconvencida de que él nunca los odió? —se pregunta Trawny—. Tampoco Hans Jonas
ni Paul Celan lo tacharon de antisemita; sin embargo, sólo ahora se ve que
Heidegger profesó un antisemitismo que, aunque revestido de metafísica todo lo
que se quiera, en el fondo nada se diferenciaba del que admitían gran parte de
los alemanes que siguieron a Hitler en busca de una “gran Alemania” no sometida
al “yugo” de otras potencias, insuflado por los tópicos antisemitas difundidos
por la propaganda nazi.
Según explica la profesora Di Cesare en su
demoledor libro, Heidegger pertenece a una “corriente histórica alemana” de
aversión al judío en la que se inscriben Kant, Hegel, Schopenhauer y hasta
Nietzsche con su postrer “anti-antijudaísmo”. Estos grandes filósofos
albergaron prejuicios contra la “raza maldita”: por ejemplo, que los judíos son
hábiles mentirosos y se enmascaran para embaucar a los incautos. Heidegger elevó
este prejuicio —entre otros— a escala metafísica; a su entender, los judíos
eran culpables del “olvido del ser”; con sus patrañas y mentiras filosóficas
serían los abanderados de esa “metafísica” que ha ensombrecido al ser verdadero
en su historia. Los judíos son “calculadores”, escribe Heidegger en 1941 (en
uno de los textos más polémicos), y ese “calcular” estremece asimismo “la
historia del ser” y es parte esencial de la Machenschaft
o “maquinación” —una de las caras de “la técnica”— que “manipula la vida” y
“conspira” para dominar el mundo y borrar del mapa a Alemania. Pero los judíos
no están solos en su pisoteo del “ser” —Heidegger escribe en los Cuadernos negros una forma antigua de la
palabra alemana Sein: “Seyn”, con
ello da a entender que se ha perdido el sentido originario del término. Ciria
lo traduce por “diferencia de ser”—. A los judíos los apoya “el bolchevismo”
(“el judeobolchevismo internacional”) junto con “América”. Estas potencias
causan la guerra mundial y la oscuridad que reina en un mundo del que “han
huido los dioses” de Hölderlin, aniquilados por “el cristianismo” (otro
conspirador). ¡En fin!
Un recorrido por los
“pensamientos y reflexiones” de los Cuadernos
negros estremece, y no sólo por la perspicacia sui géneris del gran filosofo al diagnosticar la
política de su tiempo, ni por su antijudaísmo, más bien es a causa de su
enrevesamiento y plúmbea gravedad; sin que nunca transmitan un sentimiento de
alegre levedad, machacan al lector con redundancias infinitas sobre el olvido
del Seyn. Los comentaristas se
preguntan cómo es que Heidegger dio permiso para publicar estos cuadernos como
corolario a sus obras completas (más de 100 volúmenes). ¿Había olvidado parte
de lo que allí escribió?, ¿fue una manera taimada de revelar la verdad secreta
de sí mismo? Lo cierto es que en esto del antisemitismo, engañó a todos, amigos
y enemigos.
Dolió mucho en círculos intelectuales que, tras
la guerra, y sometido también él a un proceso de “desnazificación” por los
aliados, Heidegger no se pronunciara en contra del Holocausto. Manifestó que no
veía necesidad de hacerlo porque mientras que los antiguos nazis clamaban sus
disculpas, él no tenía nada que reprocharse. En sus libretas negras de 1945,
sin embargo, sí dejó traslucir su dolor por la derrota de Alemania, convertida
según él en “campo de concentración”, a merced de “americanos y rusos”. Pero
ningún lamento por los judíos. Si éstos murieron, también los alemanes: “la
sangre joven más valiosa de la nación”. ¡Todos en paz! Su clamoroso silencio
hirió entonces a la filosofía. Ahora es el propio Heidegger quien ha quedado
herido de muerte para siempre. Sus lectores tendrán que apencar con su
antisemitismo, con una filosofía unida al drama político de la historia y con
un personaje mucho más mendaz de lo que pensábamos.
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