(Las «biografías», no los «retratos biográficos»)
El gran escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) se unió a la corriente biográfica de su tiempo y también él se convirtió en un maestro del género. Lytton Strachey, Emil Ludwig o André Maurois habían renovado el género biográfico en Inglaterra, Alemania y Francia respectivamente; y con ello en Europa. Los biógrafos eran de esta época fueron casi novelistas porque trataban a sus biografiados como si fueran personajes propios, creados ad hoc con el único fin de narrar sus vidas.
Zweig empezó desde muy joven a escribir retratos biográficos, con los años se convirtió en un maestro; sus biografías y semblanzas biográficas son hoy eminentes ejemplos, aclamados por millones de lectores de todo el mundo.
Bajo este título publicó cuatro libros que contienen semblanzas biográficas de Hölderlin, Nietzsche y Kleist (La lucha contra el demonio); Balzac, Dickens y Dostoievski (Tres maestros); Casanova, Stendhal y Tosltói (Tres poetas de sus vidas); así como de Mesmer, Mary Bakker-Eddy y Freud (La curación por el espíritu). Todos ellos fueron éxitos de ventas en todo el mundo. Zweig trazaba con suma perspicacia interés los caracteres y los avatares existenciales y biográficos de estos autores. La admiración que él sentía por cada uno de ellos se transmitía fácilmente a los lectores.
Pero estas semblanzas no son propiamente biografías al estilo de como habrían de ser los estudios celebérrimos sobre María Antonieta, Fouché o María Estuardo. La escritura de estas tres obras en concreto le llevó a Zweig bastante más tiempo que la de cualquiera de los estudios biográficos citados más arriba; tuvo que documentarse con esmero, pues no le bastó para escribirlas la lectura de otras biografías o sus propias ideas, concebidas sólo a partir de interpretaciones de la vida del personaje o de la lectura de sus obras. Estudios consistentes y viajes múltiples fueron necesarios para la composición de las biografías de María Estuardo, María Antonieta y Fouché
De otro carácter son los estudios biográficos que tratan de Castellio y de Calvino (incluidos en el espléndido ensayo Castellio contra Calvino) o la «biografía» de Erasmo de Rotterdam; en realidad, ésta última obra es un ensayo biográfico que bien hubiera podido incluirse en la serie Constructores del mundo debido a su mayor brevedad que las anteriores, y porque está plagada de reflexiones sobre la persona de Erasmo y su circunstancia vital mientras deja a un lado otros datos meramente biográficos, circunstanciales, suyos y de otros personajes de su tiempo, etcétera. En general, los dos trabajos mencionados se alejan de las biografías más extensas, son obras narrativas y en modo alguno persiguen la intención de quedar como modelos de referencia para los estudiosos de cada personaje; están concebidas para informar a los lectores sobre algunas de las peripecias más vitales y esenciales de los personajes en cuestión.
Los lectores, aunque no descubran con prolijidad toda la vida de los personajes de Zweig, se quedan con lo más importante: los sufrimientos, las pasiones, los logros, los desengaños… el carácter, la persona en general. Se ve al personaje, se le oye, se le conoce … he ahí lo más importante.
El primero de estos estudios no puede catalogarse como "biografía". Escrito en vida de Verhaeren, es un estudio sobre las obras de este gran poeta, admiradísimo por Zweig hasta tal punto que dedicó dos años de su vida a traducir sus poemas y sus obras dramáticas, aparte de escribir este ensayo analizando su obra.
Interesantísimo, por cierto, puesto que Zweig descubre todo el interés y el amor que le ocasionó la obra magnífica de Verhaeren (muy poco o nada traducida al castellano).
Zweig leyó de joven unos cuantos poemas de Verhaeren (que escribió siempre en francés) y quedó prendado de ellos. Enseguida visitó a este poeta en Bélgica y trabó con él una cordial y fructífera amistad. Este Verhaeren de Zweig es novedad en castellano, ya que las traducciones aparecidas bajo este mismo título en la editorial Tor de Buenos Aires en los años cuarenta y en la edición de las mal llamadas Obras completas de la Editorial Juventud, difieren del Verhaeren que ahora presenta Acantilado; traducción basada en la edición de Knut Beck para la editorial Fischer. El Verhaeren publicado por Juventud es un fragmento de El mundo de ayer (la parte que Zweig dedicó al poeta en sus memorias).
Otra biografía excelente que contienen estos volúmenes es la del gran Balzac. Fue el proyecto de muchos años. Zweig no la terminó, aunque dejó escrita gran parte de ella. La editó Richard Fridenthal, editor amigo y albacea de Zweig. El autor de Amok fue un ferviente admirador de Balzac. Escribió una semblanza breve, pero siempre soñó con dedicarle un trabajo más extenso. Durante años reunió reunió materiales para escribirlo; iba a ser la biografía soñada, una gran obra que tendría que describir el carácter del gran escritor y comentar peculiaridades de sus obras. Cuando Zweig marchó al exilio en Inglaterra se llevó consigo todo el material que tenía acumulado para escribir esta biografía. En múltiples cuadernos y carpetas guardaba infinidad de notas y apuntes; tenía además mucha bibliografía acumulada, leída, resumida en fichas. Cuando compró la casa en la ciudad de Bath, en las cercanías de Londres, albergó en ella todo en material «balzaquiano». La guerra mundial de 1939 y el posterior abandono de Bath en 1941 impidió a Zweig continuar la biografía de Balzac.
La imposibilidad de terminarla fue uno de los muchos motivos que le condujeron al suicidio. Pese a que las dos mujeres que más lo amaron lo animaron a terminar «el Balzac», no tuvo fuerzas para hacerlo. Lotte le regaló una edición de obras completas de Balzac en su sesenta cumpleaños; y Friderike se comprometió a mandarle libros que necesitase desde Nueva York. Pero Zweig había perdido la ilusión.
Así y todo, la biografía de Balzac que nos dejó Zweig, aunque sin terminar del todo, está a la altura de las demás. Es muy entretenida, porque la vida del extravagante Honoré Balzac —él «de Balzac» se lo colocó él orgullosamente más adelante— fue muy entretenida y digna de ser contada; así lo hizo Zweig con enorme maestría.
Y también hallamos en estos magníficos volúmenes la biografía apenas conocida en castellano de la poetisa francesa Marceline Desbordes-Valmore, una de las primeras que escribió Zweig. Una obra llena de sensibilidad hacia la figura de esta mujer que amó a un solo hombre para toda la vida, a un hombre que la hizo desgraciada a más no poder. Pero Marceline, en lugar de hundirse supo cantar su dolor en poemas espléndidos, para Zweig, de los mejores de las letras francesas.
En definitiva, estos tres tomos son un absoluto acontecimiento literario en España, proporcionarán a los lectores horas de placer intelectual.