Realidad
sagrada y evolutiva
Atalanta, Vilaür, 2017, 331 páginas.
Reseña de Ingrid Arregui Álvarez para Ciudad de Azófar
El filosofo polaco Henryk Skolimowski
(Varsovia, 1930), abanderado de la Ecofilosofía, nos propone en este libro de la
editorial Atalanta una nueva cosmología, basada en la santidad de la vida y en
nuestra actitud reverencial por toda la naturaleza que nos rodea. Esta misma
editorial ha publicado recientemente su obra magna, La mente participativa.
Filosofía viva |
Después de los estragos causados por el paradigma mecanicista, cuantitativo y
alienante, que comenzó en Occidente con la revolución científica del siglo XVII
y que nos está llevando a la destrucción paulatina del planeta, Skolimowski
propone recuperar el problema trascendental del sentido de la realidad para
dignificar al ser humano y su relación con todas las formas vivientes que la
evolución ha desplegado a lo largo del tiempo. Esa novedosa cosmología
(ecocosmología) que este anciano visionario desarrolla en complicidad con algunas
ideas del polémico paleontólogo Teilhard de Chardin o del físico cuántico David Bohm, aboga por ser el fundamento de nuevos valores (valores ecológicos), que
nos impelan hacia una acción creativa y co-participativa en la evolución del
universo, y de esta manera contribuyan a un desarrollo sostenible y con un
marcado carácter espiritual.
Sin olvidar el orden expositivo que sus
estudios en Filosofía Analítica han contribuido a forjar, pero alejado
completamente de los supuestos de esa corriente filosófica a la que critica sin
piedad, Skolimowski va desgranando las características básicas de su propuesta
cosmológica: el principio antrópico (“el universo es el hogar de lo humano”,
página 34), la evolución como devenir creativo, la mente participativa (que
colabora en la evolución y completa su significado gracias a la
autoconciencia), el orden implicado (concepción holista de Bohm, donde todo en
el universo es codependiente), una teología de la esperanza (entendida ésta
como parte de nuestro ser y fuerza de trascendencia ante la propia
vulnerabilidad), reverencia por la vida (incluyendo comprensión y compasión), y
la ecoética (con valores como responsabilidad, austeridad, búsqueda de la
sabiduría y autorrealización, todos ellos cimentados en la ya aludida actitud
referencial de respeto y cuidado).
En franca postura dialéctica contra la
filosofía contemporánea que ha perdido el norte y se ha dejado seducir y
apabullar por el mecanicismo científico reinante, el autor lidera una filosofía
alternativa, la ecofilosofía: una metafísica preocupada y comprometida con la
salud, la calidad de vida y las responsabilidades individuales y colectivas,
que incide en la búsqueda de la sabiduría, sin perder ni un ápice de rigor y
consistencia intelectuales. Además, este pensamiento emergente, edificado sobre
una conciencia ecológica, adquiere un decidido compromiso político en la
búsqueda del bienestar universal y de la vida buena.