Las excelentes Obras Completas de Franz Kafka en castellano —que la editorial Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores comenzaron a publicar en 1999 y continuaron publicando en 2000 y en 2003— van a tener su continuidad muy pronto, concretamente en el próximo mes de noviembre de 2018: después de veinte años, está a punto de aparecer en los próximos días el primer tomo de la correspondencia completa de Kafka; este volumen será el cuarto en continuidad con los publicados anteriormente. Al anunciado tomo de cartas le seguirán otros, hasta terminar la edición de toda la correspondencia que se conserva del escritor praguense. Con ellos se cerrará esta magnífica edición que ya es difícil de encontrar en librerías en su formato original, y que quedará como una joya bibliográfica para coleccionistas (a no ser que Galaxia decida ahora la reimpresión de aquellos otros tres tomos de lujo). Contamos, es cierto, con otra edición más económica de la "obra completa" —con las mismas traducciones y comentarios de la edición original—, editada igualmente bajo el sello de Galaxia Gutenberg, pero el formato y la presentación dejan mucho que desear en comparación con aquélla.
Estuche: "Obra completa" de Kafka |
A continuación, recuperamos para "Ciudad de Azófar" los textos que Luis Fernando Moreno Claros escribió para ABC Cultural en 1999, cuando apareció el primer tomo de las obras completas de Franz Kafka en Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores. Además, una reseña de la edición alemana de los relatos completos de Kafka en sus versiones originales —que más adelante publicó la madrileña editorial Valdemar— y la reseña del tercer tomo de las Obras completas (Galaxia-Círculo) aparecido en 2003. Esta última reseña la publicó "Babelia" [31 de enero de 2004].
[Los textos originales de las reseñas no han sido modificados, sí los enlaces a las diversas ediciones de los libros de Kafka]
Ante la ley del padre
Franz Kafka nació el año 1883 en Praga. Su padre, Hermann Kafka, era un acomodado comerciante de origen judío perteneciente a la pequeña comunidad de ciudadanos de habla alemana, idioma que constituyó también la lengua habitual del hijo. El muchacho, afable y enfermizo, sentía un temor exacerbado frente a su progenitor, de carácter áspero y despótico; la incomprensión y el desprecio del que hacía gala el padre amargarían a Kafka durante toda su vida. Desde pequeño, el joven se habituó a vivir sometido, en un universo en el que el único gobierno y la única ley eran los que imponía el padre, quien, como todo autócrata, jamás esgrimía razones para justificar sus mandatos y castigos, surgidos del poder de una ley incomprensible para el hijo. Ante ese poder, Franz se sentía «absolutamente impotente y carente de valor». Sin embargo, muy pronto constituirían, primero la lectura y luego la escritura, el modo de disipar un tanto las ataduras impuestas en el mundo de la familia y de paliar las humillaciones a las que Franz se veía sometido en el ámbito dominado por el padre; era su protesta silenciosa contra lo que de ningún otro modo podía aspirar a derrumbar. La madre de Kafka, Juli Löwy, tenía un carácter distinto al de su marido, pero su papel en la vida del hijo fue irrelevante frente al del padre, a quien ella amaba y respetaba y al que no osaba contradecir, ni siquiera en defensa de los hijos. Tres hermanas más pequeñas contribuyeron a aislar aún más a Franz en su universo particular. Kafka comenzó a escribir a los quince años, hacia 1897-98. En 1902, conoció a Max Brod, otro joven con aspiraciones literarias que acabaría por convertirse en su amigo más incondicional. Él lo introdujo e círculos intelectuales y lo animó a publicar en alguna de las revistas literarias que abundaban en Praga. Por esta época ya había leído a los clásicos alemanes: Goethe y Schiller, así como a Grillparzer, por quien sintió de inmediato una gran afinidad espiritual. Pronto entraría también en el mundo de Kleist, de Flaubert y de Dostoyevski, verdaderos modelos intelectuales para Kafka. Con su descubrimiento, el universo del joven escritor adquirió una esfera de íntima libertad y su capacidad de interpretar la realidad adoptó dimensiones hasta entonces desconocidas para él.
La mejor biografía de Kafka |
Una velada del año 1912, hallándose de visita en casa de Max Brod y portando consigo las pruebas de imprenta de su primer libro –Contemplación–,Franz Kafka conoció a Felice Bauer. La joven berlinesa, judía también y de paso por unas horas en Praga, no le causó al principio una impresión especial. Junto con Brod, la acompañó esa tarde hasta su hotel y, a consecuencia de que ella había mostrado interés por la realización de un posible viaje a Palestina, Kafka acordó escribirle; así lo hizo. A través de la relación exclusivamente epistolar, surgió entre ambos una atracción amorosa, forzada indudablemente por el ansia de cariño de Kafka. Éste otorgó una personalidad irreal a Felice, la cual, ciertamente, era muy distinta de él; se trataba de una persona práctica, jovial, activa y enérgica. Durante el primer año de correspondencia, Kafka se sintió embriagado por la sensación de sentirse –o de creerse– enamorado; dicha sensación parecía fortalecerlo y alentar su trabajo literario, que nunca hasta entonces fue tan productivo. Felice le proporcionaba, a semejanza de las vidas de los autores que admiraba, otra esfera de escape del mundo dominado por el padre. El periodo comprendido entre los años 1912 y 1917 destaca por la fértil producción literaria de Kafka. Infinidad de cartas, copiosos cuadernos de diarios, decenas de esbozos, etcétera; la creatividad literaria se hallaba entonces en su apogeo y no declinaría ya nunca. De los dos primeros años del noviazgo datan narraciones tan excelentes como «La condena», «El fogonero» y «La transformación».
Kafka pide la mano de Felice en 1913, pero cuando ella aceptó, el idilio comienza a mostrarle al escritor su verdadera faz. A partir del compromiso matrimonial con Felice, se inicia un periodo de mortal angustia para Kafka; súbitamente, se vio enfrentado con un nuevo poder al que consideraba imposible combatir, dada su extrema debilidad y su falta de confianza, herederas directas de la sumisión al padre. «Ridículamente enjaezado para el mundo», como él mismo escribió, advertía en su futuro matrimonio la amenaza de otras nuevas condenas, de nuevas imposiciones y humillaciones. En su célebre «Carta al padre», de 1919, Kafka escribiría una confesión sorprendente: «Casarse, fundar una familia, aceptar los hijos que vengan, conservarlos en este mundo tan inseguro y hasta guiarlos un poco es lo máximo que, según mi convicción, puede conseguir un hombre». Sin embargo, Kafka no se sentía capaz de lograr algo que –al menos en apariencia– parecía ser tan común y tan sencillo. Ante la ley del matrimonio tendría que dejar la literatura y elegir «la vida», mas él no se sentía dotado sino para la primera. En realidad, veía el matrimonio como un patíbulo; los muebles oscuros, sólidos y burgueses que pensaba comprar su novia a fin de instalar un hogar «digno de un doctor en derecho» le daban la impresión de ser otros tantos ataudes. Felice irrumpiría de pronto en su esfera íntima de libertad, imponiendo otras leyes: «ella pondría mi reloj en la hora exacta», escribe Kafka en su diario; mientras que él solía retrasarlo o adelantarlo arbitrariamente, pues su tiempo interior no tenía porqué concordar con el tiempo exterior de sus congéneres. Sus temores convirtieron las cartas a Felice en un lamento, en un auténtico trabajo de zapa contra sí mismo: «Libérate de mí y vive», éste era su mensaje y su grito de auxilio. Tal actitud acabó por provocar una ruptura del compromiso matrimonial. Algunos meses más tarde, una nueva promesa y, finalmente, en 1917, otra ruptura definitiva del compromiso por parte de Kafka, dejaron en él una secuela irreparable: ese mismo año se le diagnosticó una infección pulmonar. La enfermedad recién descubierta fue el hierro candente al que se aferró para liberarse de Felice y del fantasma del matrimonio. La enfermedad, que aún no era demasiado grave, lo indujo a alejarse de Praga y a retirarse al campo, a casa de Ottla, una de sus hermanas. En 1920, Kafka se compromete con July Whoryzek, en un nuevo intento de casarse, pero fracasa de nuevo; acaba por deshacer el compromiso. De esta época datan los magníficos relatos «En la colonia penitenciaria» y «Un médico rural», además de su novela inconclusa El castillo.