Stefan Zweig en torno a 1900 |
El gran escritor Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópilis, 1942) publicó su primer libro en 1902, a sus veintiún años. Era un libro de poemas y se llamó Cuerdas de plata. A esa edad ya había publicado «más de 200 poemas, y escrito el doble», según contó en una carta a Karl Emil Franzos; eligió cincuenta poemas para el libro de entre los escritos (publicados en diversas revistas literarias o inéditos), buscó una buena editorial (Schuster & Loeffler, de Berlín) y dio el salto para publicar de manera un tanto más seria que hasta entonces. El librito tuvo una acogida benévola entre los poetas consagrados de la época, que elogiaron la facilidad del joven autor para manejarse con las más variadas formas poéticas. Aparecieron más de 40 reseñas del libro (¡!), casi todas bastante elogiosas, salvo un par de ellas que lo tildaron de «primerizo y vano», un simple trabajo de diletante adolescente. A Zweig le agradaron los elogios y le disgustaron las aceradas críticas; pero, sobre todo, se sintió muy satisfecho de haber dado aquel paso. Sin embargo, pronto él mismo fue consciente de que su primer libro había sido un capricho, sus poemas estaban bien, eran correctos, pero carecían de profundidad; sólo eran formalmente hermosos, se dijo a sí mismo. Ello no le quita mérito ni brillantez a este libro curioso, leído ahora, por primera vez en castellano
La estupenda editorial Fórcola es la primera en España en atreverse a publicar los poemas de Stefan Zweig. Nunca antes en castellano había aparecido algún poema suyo. Tanto Cuerdas de plata como su libro de poesía posterior Die frühen Kränzen (Guirnaldas tempranas) son desconocidos en la lengua de Cervantes. Fórcola publicará la poesía de Zweig en sucesivos volúmenes y en edición bilingüe, Dios mediante.
Cuerdas de Plata |
Zweig empezó a publicar poemas con su nombre en 1897 (hasta entonces había publicado sólo con pseudónimos). El primero apareció en la revista de literatura Die Gesellschaft, de Múnich. Esta publicación era muy conocida e importante; también Thomas Mann había publicado allí su primer relato —Gefallen [La caída]— en 1894.
Tras esta primera publicación, el joven Zweig se lanzó a escribir más poemas y a publicarlos en revistas diversas. Tantas, que en 1900, el nombre de Zweig fue citado por el novelista y dramaturgo Hugo Oehler en un artículo publicado en la revista Jung Deutschland sobre los escritores vieneses. El más joven de la nueva generación es «Stefan Zweig, quien ya muestra un gran talento», decía Oehler.
Tanta producción poética se concretó en Cuerdas de plata. En la editorial Schuster & Loeffler (de la que más tarde derivaría la editorial Insel, con la que Zweig colaboró gran parte de su vida) publicaban otros poetas ya famosos de la época:
Otto Julius Bierbaum, Richard Dehmel, Detlev von Liliencron y Alfred Mombert. A los que Zweig admiraba y con los que más tarde trabaría amistad.
El ilustrador Hugo Steiner-Prag, uno de los más célebres artistas del Expresionismo alemán, era el encargado de ilustrar las cubiertas de los libros de la editorial Schuster & Loeffler, así como de las demás ilustraciones. También ilustró el tomillo de poemas de Zweig.
El título metafórico del libro —Cuerdas de plata— hace alusión a un fragmento de la novela Nils Lyhne (¿cuándo la reeditará Acantilado?), del autor danés Jens Peter Jacobsen, muy admirado y leído por Zweig en la adolescencia. «Anhelaba más de mil sueños trémulos, imágenes de frialdad refinada: colores suaves y ligeros, perfumes evanescentes y música tenue de cuerdas de plata tensadas con temor, tensadas de tal manera que casi estaban a punto de quebrarse…».
En una carta de 1903 dirigida a su amigo Hermann Hesse, comentó Zweig que estaba escribiendo «nuevos versos, mucho mejores que los incluidos en el primer libro publicado: «tan acuosos y llanos». No sabemos a qué se refería este adjetivo «acuosos», tal vez intrascendentes; «llanos» es menos rebuscado para expresar lo que sentía el joven autor: no eran poemas logrados, no eran mágicos ni tan originales, como los de Rilke o Hofmannsthal, dos poetas a los que Zweig admiraba por entonces. Eran la expresión talentosa de un mero diletante, de alguien que todavía no había vivido plenamente la vida, sino sólo imaginado y sentido, apoyándose en experiencias librescas, pero no experiencias vitales de las que hubiera podido extraer una «filosofía» o una teoría sobre la vida. El joven autor miraba las cosas del mundo no desde sí mismo, sino a través del velo y la pátina que le conferían sus lecturas de otros poetas, quería ser poeta sin haber crecido todavía para serlo de verdad. Era tan sólo un gran imitador.
El gran aforista y pensador colombiano (universal) Nicolás Gómez Dávila, en ese libro inapreciable que publicó Atalanta con tanto acierto Escolios a un texto implícito, escribió lo siguiente:
«La capacidad de leer poemas traducidos es signo inequívoco de insensibilidad a la poesía» (pág. 542).
Creemos que las traducciones de poemas extranjeros deberían publicarse en edición bilingüe. Así lo ha hecho Fórcola con estas Cuerdas de plata. La traducción es de Richard Gross. Es sabido que cada traductor hace su interpretación propia de un texto. La de Gross es un tanto manierista en el estilo. Elige algunas palabras rebuscadas para traducir términos que tienen un equivalente más evidente y sencillo en castellano («lubricán» por «crepúsculo», por ejemplo); y a menudo busca la rima en los poemas. Pero lo que a primera vista parece un artificio rebuscado, es un enorme acierto, puesto que estilo elegido por Gross es absolutamente modernista. Así es como escribía, por ejemplo el gran Rubén Darío, y tal y como Gross lo concibe hubiera escrito Stefan Zweig en castellano en aquel tiempo de la Belle Époque. es un absoluto acierto de este grandísimo traductor, que se ha acercado con maestría a unos poemas primerizos, que son harto difíciles de traducir.
Como esta bonita edición de editorial Fórcola es bilingüe, los lectores disponen de los textos originales, así que ellos mismos pueden deleitarse con el sonido de los versos tal y como los concibió Zweig, o intentar una versión propia. Gross ha dado la suya, que es muy solvente, desde luego, y que es también muy arriesgada, de ahí su absoluta originalidad. Esperamos el resto de volúmenes de la poesía de Zweig con impaciencia. ¿Los traducirá también Richard Gross? Ojalá que sí.
Para seguir en este ambiente de modernismo, arte y poesía, es muy recomendable la novela de Klaus Modick Concierto sin poeta, que está inspirada en parte de la vida del gran poeta Rainer Maria Rilke, así como en la colonia de artistas de Worpswede, en las cercanías de la ciudad alemana de Bremen.
El concierto, de Heinrich Vogel, 1905 |
El célebre Heinrich Vogeler, un artista total: pintor, grabador, orfebre, diseñador de libros, arquitecto… planea pintar un cuadro de tamaño considerable; representará uno de los entrañables conciertos que se celebraban durante las tardes de un verano especial en el porche de su morada, la casa Berkhof, en Worpswede.
Al concierto asistían los pintores y pintoras residentes en la célebre aldea de artistas, además de otros visitantes ocasionales. Vogeler es quien rememora en esta novela su encuentro con Rilke, el poeta que fue muy amigo suyo. Rilke pasa temporadas en casa del pintor; conoce a dos artistas femeninas, las únicas de aquel círculo compuesto por varones: la pintora Paula Modernson-Becker y la escultora Clara Westhoff.
Concierto sin poeta, Klaus Modick
Finalmente, Rilke se casará con una de ellas… lo que sucede entretanto lo va contando Vogel en diversas escenas de la novela, en una mezcla de reminiscencia pasada y acción en el presente. El relato es entretenido, comedido, bien trabado, sin excesos. Describe almas y maneras de artistas, las de Vogeler y Rilke en especial; este último, de excéntrica personalidad, está tratado en la novela con mucha ironía; el autor de Elegías de Duino, en contraste con el pintor Vogeler, parece un tanto caricaturesco. Pero la novela se sostiene muy bien, recrea con acierto el agitado ambiente artístico de la Modernidad en Alemania, cuando tantas innovaciones y descubrimientos se anunciaban en el arte, en la vida, en la psicología… Es un libro muy recomendable para cuantos amen la pintura, la poesía y quieran conocer a aquellos artistas de Worpswede, que vivieron casi idílicamente en su comunidad rural consagrada al cultivo del arte, en los inicios del proceloso siglo XX.
Estar aquí es espléndido |
Junto al libro anterior, la editorial Errata Naturae publica un relato biográfico sobre la pintora Paula Moderson-Becker, habitante de la colonia artística de Worpswede. Su título está inspirado en un verso de Rilke, precisamente de las Elegías de Duino: Estar aquí es espléndido. Su autora es la escritora francesa Marie Darrieussecq.
Darrieussecq repasa la vida de la original Paula Becker: su infancia y sus inicios como artista, su matrimonio con el pintor Otto Modersohn y su relación de amistad con Rilke; sus visitas a París y su personalidad apasionada e independiente. Recrea su vida y sus desvelos para ejercer su arte, así como por ser reconocida por los demás pintores importantes de su tiempo, todos varones, que la relegaban a un limbo de incomprensión y de aislamiento.
Si su persona fue revolucionaria desde el punto de vista de la afirmación personal, su pintura fue revolucionaria desde el punto de vista estético y humano.
Se retrató a sí misma de muchas maneras, incluso embarazada, revalorizando con ello la idea estética del cuerpo femenino «natural», la maternidad y la femineidad en general. El relato de su vida es intenso y apasionante, y complementa muy bien la novela de Klaus Modick: Concierto sin poeta.
Las editoriales Errata Naturae y Periférica contribuyen con estos dos libros tan interesantes a reavivar la memoria de aquella célebre colonia de artistas de Worpswede, tal vez poco conocida en España por el público en general, aunque sí por expertos y eruditos en arte y literatura.
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