El gran escritor austrohúngaro Joseph Roth se inspiró en la figura de Napoleón para escribir una novela profunda, entretenida y bien estructurada: Los cien días, publicada ahora en España por la editorial Pasos perdidos en una nueva traducción de Carmen Gauger. Los seguidores del autor de La Marcha de Radezsky quedarán encantados con esta historia tan bien trabada y ambientada, en la que, como siempre en las novelas de Roth, las pasiones y las interioridades psicológicas de los personajes son las protagonistas.
Joseph Roth (1894-1939) |
He aquí la breve reseña del libro que me publicaron en "Babelia", aunque con alguna pequeña modificación.
Roth: Los cien días |
Joseph
Roth
Traducción del alemán de Carmen Gauger.
Pasos perdidos, Madrid, 2013, 250 páginas, 18, 90 euros.
Inédita
en España, esta emotiva novela del austrohúngaro Joseph Roth
(1894-1939) perseguía, en palabras de su autor, “transformar a un dios en
humano”. El “dios” es Napoleón Bonaparte, y la transformación sucede en sus
últimos cien días de gobierno, desde marzo de 1815, cuando regresa de la isla
de Elba, hasta que, tras Waterloo, abdica en julio del mismo año y se entrega a
los ingleses. Roth la publicó en 1936, en el
exilio. Malvivía en París escribiendo como un poseso y gracias a la magnánima
ayuda de su amigo Stefan Zweig. En homenaje a éste parecen concebidas las
primeras escenas y esa soberbia entrevista de Napoleón con el correoso Fouché.
Pero Roth marca con firmeza su propio camino: magistral es el estudio
psicológico de Napoleón y magistrales son los ambientes apenas esbozados de los
palacios y las calles de París. Original el desarrollo del relato, plagado de
sorpresas y avatares.
El
melancólico declive de Napoleón recuerda a la decadencia del imperio
austrohúngaro y a su caduco emperador Francisco José en La marcha Radetzky, la novela emblemática de Roth. Los cien días es más humilde, aunque
perfecta en su mesura y obra de arte de plena madurez. Como contrapeso a la
imponente figura de Napoleón, sublime hasta en su ocaso, desmesurado y
vehemente, Roth recrea a la vez la arrebatada existencia de Angelina Pietri,
una humilde lavandera de Ajaccio en la corte del Emperador corso; su ciego amor
por Napoleón bien puede ser un símbolo del hechizo que ejercía sobre sus
súbditos. Admirándolo como el que más, Roth vio cómo aquel dios aclamado y
temido por millones se enfrentaba a su propia fragilidad en la grandeza; cómo sentía
el pálpito de su condición humana y mortal aun siendo todavía el más temible de
los señores del mundo. Excelente
novela y soberbia nueva traducción castellana. ( Luis Fernando Moreno Claros)
Muy al hilo de esta novela napoleónica de Roth, aparece ahora en la madrileña editorial Fórcola —una pequeña editorial independiente, dirigida por Javier Jiménez, que está empezando a ser muy conocida por la calidad de sus publicaciones— un libro curioso y exquisito: nada menos que el testamento del gran Napoleón Bonaparte: "Mi testamento".
Napoleón: Mi testamento. Edición y traducción de Blas Matamoro. |
El escritor argentino Blas Matamoro abre este bonito y cuidadísimo volumen —ilustrado de manera exquisita— con un ensayo, indispensable y muy informativo, a modo de prólogo: "Finalle: Allegro fúnebre". En él, el autor de Novela familiar aporta todo tipo de detalles sobre el cautiverio de Napoleón en su último confinamiento: la isla de Santa Elena; allí lo enviaron los ingleses una vez perdida la batalla de Waterloo. Cómo vivía, qué gentes lo acompañaron, cómo pasaba sus días y cómo murió. Es la historia del final del gran Bonaparte contada con atractiva naturalidad y con enorme conocimiento de las circunstancias. Después de esta sabrosa introducción de Matamoro sigue la traducción del testamento del hombre que durante décadas tuvo a Europa en un puño. Poco antes de morir, cuando ya se veía perdido para el mundo, el emperador de los franceses escribió sus últimas voluntades. Napoleón repartía sus ya escasas aunque valiosas pertenencias entre los suyos. El testamento y sus varios codicilos se publican ahora por primera vez en español (la traducción, asimismo de Blas Matamoro, es impecable). Documento inapreciable para historiadores y lectores curiosos. En conjunto, el libro es una pequeña joya editorial.
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