Un viaje a
Ámsterdam a través del tiempo
Reseña de Ingrid Arregui Álvarez para Ciudad de Azófar
Reseña de Ingrid Arregui Álvarez para Ciudad de Azófar
Russell Shorto: Ámsterdam. Historia de la ciudad más liberal del mundo, Madrid, Katz Editores, 2016, 349 páginas.
El historiador y periodista norteamericano Russell Shorto (1959) nos conduce en este libro con
mano maestra por las calles de Ámsterdam en un viaje espacio-temporal para
sentir esta ciudad peculiar ―cuna del liberalismo moderno― con una nueva
perspectiva enriquecida por episodios curiosos, escenas pregnantes y personajes
variopintos, rescatados del pasado y narrados con una viveza extraordinaria.
Shorto es colaborador en The New York Times Magazine y gran conocedor
de Ámsterdam: residió allí seis años, fue director del John Adams Institute,
donde ejerció una importante labor fortaleciendo las relaciones culturales
entre los Países Bajos y Estados Unidos. Su tarea divulgadora se ha reflejado
en libros como Descartes’ bones, 2008
(Los huesos de Descartes, Duomo,
2009), The island at the center of theWorld, 2004 (Manhattan. La historia secreta de Nueva York, Duomo, 2011).
Ámsterdam-Shorto |
El autor comienza su
ensayo con datos cotidianos de su vida en Ámsterdam, inicio que trasluce su
amor por esa ciudad y su implicación en esta obra. A la vez nos ofrece un
aperitivo de tópicos holandeses: las bicicletas, la luz blanca y nítida, los
edificios de ladrillo rojo, los canales, las casas flotantes, el distrito rojo,
la pintura, los tulipanes, los ocupas, los hippies, los coffee shops. Todo ello
constituye una muestra de esta ciudad loca,
tolerante, a la vez que conservadora, donde la calma y la convivencia del
multiculturalismo se han logrado gracias a esa actitud tan típicamente
neerlandesa: gedogen, “técnicamente
ilegal, pero oficialmente tolerado” (pág. 23). La Ámsterdam fascinante del
presente, que ha vuelto a vivir un auge del progresismo a finales del siglo XX,
refleja el gran influjo que tuvo este pequeño núcleo sobre el mundo entero,
también en la génesis de Estados Unidos,
al fraguarse en ella durante su siglo de oro (de finales del XVI a
finales del XVII) algunas de las ideas fundantes de la modernidad: el
liberalismo social y económico, su conexión con la democracia, la importancia
de los derechos y libertades individuales.
Ya en este primer capítulo situado en el presente irrumpe el pasado: la ocupación nazi, el exterminio judío y la historia de Ana Frank a la luz de la presencia de una amiga del propio autor, Frieda Menco, que conoció a Ana y a su familia, pero sobrevivió al horror de Auschwitz. Este recurso de utilizar los personajes secundarios para crear suspense y abordar luego los acontecimientos históricos constituye uno de los puntos fuertes de la técnica del historiador Shorto; además le sirve para resaltar que la historia la hacen personas concretas, muchas veces desconocidas, con sus decisiones y acciones desconcertantes, una prueba más de la importancia que concede al individuo y su papel en el mundo moderno. Pero sin obviar nunca la trascendencia de los grandes personajes, a los que arriba Shorto después de mantenernos en la intriga del devenir histórico; y ahí están nombrados como colofón a este inicio del viaje, Spinoza, Rembrandt o la misma Ana Frank. Por eso, su libro no es un ensayo sobre política, sino un estudio histórico, sociológico, de microbiografías sobre una ciudad viva y sus habitantes, que forjaron el liberalismo y la modernidad.
Shorto desmenuza en los
capítulos siguientes los aspectos cruciales que propiciaron este surgimiento.
Por un lado, el factor geográfico: un territorio bajo el nivel del mar que se
ha creado a sí mismo en virtud del trabajo comunitario en los pólderes y
canales (“Dios creó la Tierra, pero los holandeses crearon Holanda”) y la
gestión democrática del agua a través de las “juntas de agua” que ya en su
origen definen la esencia propia de Holanda y Ámsterdam: una combinación única
de colectivismo e individualismo. Otro elemento importante de su idiosincrasia
lo aportaron la postura de Erasmo, liberal y renovadora del catolicismo, y la
Reforma protestante posterior, que fueron acogidas con esa tolerancia singular
y pragmática de los Países Bajos, actitud surgida de la necesidad de “soportar”
la diversidad de sus habitantes y de sus credos religiosos. El concienzudo
repaso histórico del siglo XVI y del yugo cruel con que Felipe II y el Duque de Alba sometieron al país y persiguieron al protestantismo sirve para resaltar
una figura crucial, la de Guillermo de Orange, el rey Taciturno, y su liderazgo
en la rebelión contra el Imperio español y el consiguiente afianzamiento de la
identidad nacional de los Países Bajos en medio de los complejos avatares de la
política y la religión en ese siglo: las conspiraciones, la propaganda, la
furia iconoclasta, el terror de la guerra, hasta que el calvinismo tomó el
control municipal de Ámsterdam derrotando a los dirigentes católicos el célebre
26 de mayo de 1578 (suceso denominado la Alteración)
y “nació la verdadera ciudad de Ámsterdam” (p. 95), que dejó de ser medieval y
se convirtió en liberal y moderna. Y así empezaría su siglo dorado: auge del comercio,
la navegación y la cartografía, nacimiento y apogeo de Compañía de las Indias
Orientales Unidas (reflejaba el emprendimiento empresarial privado con
supervisión del gobierno), inicios del capitalismo y del mercado financiero;
todo ello acompañado de una expansión física de la ciudad que en su fiebre
constructora también daría pie a la especulación y la corrupción, como
expresiones negativas del liberalismo.
En este siglo XVII en Holanda y en
Ámsterdam hay que recordar la vida urbana cotidiana, el trasiego de
comerciantes y artesanos, los hogares acogedores, espacios donde preservar la
privacidad, decorados con cuadros y objetos hermosos. Además se dio la eclosión
de la pintura con Rembrandt y Vermeer, que plasmaban cada uno a su modo el paso
de lo antiguo a lo moderno y la importancia de la individualidad en los
personajes de sus lienzos. Sin olvidar la movilidad social del aquel país, la
tolerancia, la proliferación de imprentas y editoriales que lo hacían atractivo
para pensadores como Descartes que buscaban un ambiente de calma y libertad
para escribir. Otro dato que corrobora la combinación holandesa de individuo y
comunidad es su civismo al crear las Compañías de la guardia cívica para
proteger a los ciudadanos.
La lechera, Vermeer |
Baruch Spinoza |
Las guerras comerciales
con Inglaterra y Francia condujeron al año del desastre (1672): se produjo el
monstruoso asesinato del Gran Pensionario, el republicano Johan De Witt y con
ello, el fin del republicanismo y del liberalismo, también el fin de la edad
dorada holandesa y el declive de su poderío comercial.
A continuación, Shorto se
centra en las influencias posteriores de este liberalismo holandés en el resto
del mundo y a lo largo del tiempo, a la par que recorre la evolución de
Ámsterdam hasta el presente. Son de destacar los capítulos dedicados a la
impronta holandesa en Nueva York (originariamente New Amsterdam) y en los
Estados Unidos: modo de vida, leyes, sistemas de organización económica y
social, edificaciones. Asimismo es relevante el viaje por la Ilustración (donde
vuelve a emerger Spinoza, su Tratado teológico-político, y su círculo de influencia) y por las dos
corrientes ilustradas, moderada (acuerdo de razón y fe, se reflejó en las ideas
de Locke sobre la tolerancia, y en la independencia de Estados Unidos) y
radical (defensa del laicismo que desembocó en la Revolución francesa), que
habrían tenido sus orígenes en la Holanda del XVII.
Sin embargo, en el
capítulo casi policíaco dedicado a la ocupación nazi y al caso de Ana Frank,
Shorto se muestra muy crítico con la actitud cobarde del colaboracionismo
neerlandés y hasta de los propios judíos que condujo a que en este país hubiera
la menor tasa entre los países europeos de supervivientes judíos al genocidio.
Bicicletas, canales, flores: Ámsterdam |
El libro de Shorto, aun
pecando de cierta falta de unidad y de orden en algunos capítulos, cuenta con
cariño, amenidad y brío las paradojas de una Ámsterdam mágica y fascinante
donde convive la mayor diversidad étnica del mundo gracias a una tolerancia
pragmática y una experimentación continua en la expansión de las libertades
individuales. Tras su lectura urge tomar un avión a Schiphol y redescubrir esa
ciudad única.
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