El suplemento cultural "Babelia" del diario "El País" publicó en su edición del sábado 18 de noviembre de 2017 la reseña del libro Ética del desorden, del filósofo Ignacio Castro Rey con el título: "Filosofía contra un tiempo de urgencia". Dejamos aquí el texto original de la reseña firmada por Luis Fernando Moreno Claros.
Oleaje filosófico
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Al igual que Montaigne en sus Ensayos
engarzaba multitud de sentencias de sus autores predilectos —los clásicos de la
Antigüedad— como apoyo e ilustración de sus reflexiones, también Ignacio Castro Rey (Santiago, 1952) plaga de agudas citas literarias y filosóficas este
monumental ensayo. Como invitados perpetuos en estas páginas densas, en las que
se vuelca un pensamiento torrencial, aparecen cientos de apotegmas de filósofos
tan esenciales como Spinoza, Hegel, Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, Hannah Arendt, Ernst Jünger y Alan Watts, entre otros; pero además, abundan los versos
de Whitman, Rilke, Tsvietáieva o las sobrias sentencias del Tao-Te-King. Hay
recuerdos de películas, el cineasta Aleksandr Sokúrov, es su favorito. Y algo
que llama la atención es el resalto de citas de obras de la escritora brasileña de origen ucranio Clarice Lispector. A menudo, en pasajes de alta filosofía, salta
la mención de una cita inusitada de La pasión según G.H., novela de
Lispector a la que Castro Rey califica de “portentosa”.
La
verdad es que con semejante ensamblaje aforístico el lector culto descubre
referencias tangibles a las que aferrarse para entender mejor el absorbente
discurso de este filósofo y crítico de arte, ya conocido por su solvencia
intelectual gracias a otros libros suyos tales como Sociedad y barbarie (Melusina) o La depresión informativa del sujeto (Grama). Los fragmentos
de otros trufan un discurso propio en oleaje, un pensamiento río que llevará a
buen puerto al lector que sepa entregarse a su corriente, pero con el
suficiente resuello, pues la travesía es ardua.
Los temas
de los que trata esta Ética del desorden e igualmente desordenada, porque
no es un compendio normativo ni pretende enseñar a vivir mejor, son nítidamente
filosóficos. Hallamos páginas brillantes dedicadas a la percepción, el
sentimiento, la sensibilidad, la intuición o el lenguaje humano. Castro Rey
sostiene que “todo acaece en el espacio absoluto de lo que es una mente
cualquiera”, y que es imposible separar lo sensible de lo intelectual, de ahí
la inmensa riqueza que rodea al hombre, a cualquiera que se detiene a sentir y
pensar a ras de suelo. Lo visible de la existencia conlleva un envés invisible
que somos capaces de capturar, un misterio que envuelve las cosas y las
trasciende y que nos hablará a poco que intentemos alejarnos de ese percibir
predeterminado al que nos aboca la vida uniformizada de la sociedad
ultramoderna; en ella nos despistamos de las vivencias esenciales, sin ir más
lejos, de asuntos tan cruciales como qué sea el tiempo y qué es la muerte.
Y
preguntar por el tiempo y la muerte es cuestionarse la vida y su sentido y es
plantear de nuevo lo que jamás obtuvo sino mil respuestas diversas y ninguna
concluyente. Castro Rey lo recuerda en este ensayo de extrema densidad, extemporáneo
en un presente de tanta filosofía de bajo coste, saturado de palabras trilladas
y eslóganes. Como buen filósofo, invita a pensar más allá de lo fácil y
bordado. Es un reto dejarse mecer por la marea de su pensamiento, muy agudo en
su visión vital, certero en sus críticas al mundo desarrollado de hoy, en el
que nuestros espejos son con harta frecuencia las pantallas de los celulares
“inteligentes” en lugar del rostro de nuestros semejantes, un mundo en el que
tendemos a olvidar lo eterno sustancial que habita en cuantos nos rodean.
Luis Fernando Moreno Claros
Luis Fernando Moreno Claros
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